teolog�a mujerista
--apuntes--
ada mar�a isasi-d�az
versi�n electr�nica
2005
PR�LOGO
Tenemos las latinas y los latinos en los Estados Unidos la dificultad de vivir en un pa�s en el cual el idioma oficial no es el de la cultura de la cual procedemos. As� todo, el espa�ol contin�a siendo lo que m�s nos identifica. Vamos a continuar insitiendo en mantener el espa�ol ya que es parte de nuestra identidad, identidad que no es ni esencialista ni est�tica pero que s� tiene como uno de sus elementos nuestra herencia cultural. Todo esto choca con el mono-linguismo del grupo dominante que se ha acostumbrado a que los grupos �tnicos que se integran a esta naci�n adopten el ingl�s con el pasar del tiempo. A nosotras y nosotros no nos ha pasado lo mismo debido a la cercan�a geogr�fica con nuestros pa�ses de origen o de los que vinieron nuestros familiares. Ni somos iguales a otros grupos de inmigrantes ya que constantemente est�n llegando nuevas olas de latinas y latinos a este pa�s. Igualmente es un factor el hecho de que las latinos y los latinos de aqu� contribu�mos economicamente a mantener a nuestros familiares en los pa�ses de los cuales procedemos. Nitidamente visible, entonces, es la importancia para nuestra comunidad de libros en espa�ol. Aunque as� nos parece a nosotras y nosotros, la calse dominante piensa distinto y no coopera para que podamos mantener el espa�ol como lenguaje vivo en nuestras vidas.
No ha sido f�cil el tener s�ntesis de los cap�tulos en espa�ol en los libros que he publicado. Lo logr� en los dos primeros pero no en el tercero y el cuarto (�pero espero lograrlo en el quinto!). Es por eso que me lanzo a publicar electronicamente este peque�o cuaderno con cuatro art�culos que he tenido la oportunidad de escribir en espa�ol.
Algunos de los art�culos tienen un espa�ol m�s pulido que otros. Espero la lectora o el
lector disculpen las tranferencias lingu�sticas y los errores gramaticales los cuales no creo impiden entender lo que propongo y explico.
Hacer teolog�a para m� es una vocaci�n, y hacer teolog�a en espa�ol me da un gusto enorme. Espero, querida lectora, querido lector, que estos textos te ayuden a hacer teolog�a � teolog�a con sabor y ritmos de nuestra cultura y de la realidad que vive nuestro pueblo latino en los Estados Unidos.
Miami, Florida
Agosto, 2005
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PREOCUPACIONES, TEMAS Y PROPUESTAS DE LA TEOLOG�A MUJERSITA:
APUNTES
La teolog�a mujerista, una teolog�a elaborada desde la perspectiva de la mujer hispana/latina que vive en los Estados Unidos, es principalmente una teolog�a de liberaci�n. La liberaci�n que es tema, enfoque y preocupaci�n central de nuestro quehacer te�logico, es una liberaci�n entendida en forma integral con ramificaciones pol�ticas, personales-sicol�gicas y espirituales. Estas ramificaciones est�n entrelazadas y no solamente se influencian la unas a la otras sino que no se pueden conceptualizar � y por lo tanto no se pueden entender � unas aparte de las otras. Si hablamos de ellas por separado es debido a las limitaciones humanas pero, de nuevo, no las entendemos en forma aislada.
Preocupaciones
Las preocupaciones principales del enfoque pol�tico desde la perspectiva de la liberaci�n para nosotras las latinas son la marginalizaci�n en los procesos pol�ticos y la explotaci�n que sufrimos debido a los esquemas liberales, neo-coloniales y globalizantes que se imponen en el mundo hoy en d�a.
La marginalizaci�n es posiblemente una de las formas m�s peligrosas de la opresi�n. Sin duda la marginalizaci�n resulta en pobreza pero m�s que nada disminuye la capacidad de la persona de participar en forma positiva en la sociedad. Las latinas en Estados Unidos, como grupo marginalizado, no s�lo no tenemos representaci�n adecuada en las estructuras pol�ticas sino que tambi�n sufrimos de falta de procesos que nos permitan participar en forma constructiva en la sociedad. La marginalizaci�n hace que nuestros valores y costumbres sean ignorados o sean vistos como algo �ex�tico� que se comercializa y explota. La injusticia producida por la marginalizaci�n lleva a un sentido de inutilidad, aburrimiento paralizador y falta de respeto propio que promueve y mantiene una opresi�n la cual hace sumamante dif�cil
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nuestra realizaci�n personal que esta tan ligada de por s� a nuestro sentido comunitario y de lucha.
En el aspecto econ�mico de lo pol�tico � y s� entendemos lo econ�mico como integralmente ligado a lo pol�tico � nuestra experiencia en los Estados Unidos es que en cierta forma en nuestras comunidades se ensayan los mecanismos de explotaci�n que despu�s son usados en los pa�ses del tercer mundo. Es por eso que es importante que se entienda que las hispanas en Estados Unidos pertenecemos al tercer mundo, que somos parte de los pueblos del tercer mundo que viven en el primer mundo. A las latinas se nos explota economicamente, se nos paga menos por el mismo trabajo, no se nos permite acceso a los trabajos mejor pagados, no nos es posible reclamar los derechos que tienen los trabajadores en este pa�s en cuanto a condiciones laborales, paga, seguro m�dico, porque si lo hacemos se nos despide sin miramiento alguno.
Un aspecto muy preocupante para las latinas es la forma en que el materialismo de esta sociedad corroe nuestras almas y las de nuestras familias. El valor de la persona est� tan ligado al tener cosas materiales que aunque luchamos por mantener otra perspectiva en esta �rea libramos una batalla muy dif�cil de ganar. El materialismo nos corroe poco a poco y nos lleva al individualismo t�pico de los Estados Unidos. El materialismo desmedido y las t�cticas de mercadeo que esto conlleva nos hace confundir las necesidades con los deseos, nos hace pensar que lo que deseamos lo necesitamos. Esto nos lleva a una gran frustraci�n, a pensar que es nuestra culpa que nuestras familias no tengan lo que �necesitan�. Todo esto hace muy dificil mantener un verdadero esp�ritu de comunidad y nos conduce a �la s�lida f�cil� y �la s�lida individulal� que llevan a participaci�n en las estructuras presentes a costa de los dem�s y de una perspectiva de liberaci�n que es comunitaria y tiene como meta el cambio radical de estructuras opresivas.
Las preocupaciones principales a nivel personal-sicol�gico tienen que ver con con la falta de valorizaci�n propia que conlleva la falta de poder. La negatividad que sentimos acerca de
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nuestras propias personas es en parte causada por la falta de autonom�a que tenemos en nuestros trabajos, la falta de oportunidades para ser creativas teniendo que seguir siempre las ordenes de los dem�s, la falta de apreciaci�n o reconocimiento por parte de aquellos con poder sobre nosotros. Tambi�n tenemos a este nivel que lidiar con los problemas de identidad como grupo tanto como persona. La clase dominante nos define y aunque tratamos valientenmente de no hacerlo poco a poco vamos internalizando esa definici�n y nos vamos viendo en la forma negativa y denigrante en que los privilegiados en esta sociedad nos ven.
A este nivel sicol�gico-personal la opresi�n de g�nero es especialmente dura y la sufrimos no s�lo a manos del grupo dominante sino tambi�n a manos de los hombres de nuestras propias comunidades. La violencia en las vidas de las hispanas es verdadera, tangible, y comprobable. Sufrimos violencia dom�stica y abuso sexual en el seno de nuestras comunidades. Sufrimos la explotaci�n de nuestros cuerpos no s�lo en lo sexual sino tambi�n en el trabajo. Como bien dijo una puertorrique�a cuando le preguntaron que como se relacionaba con su cuerpo, �lo ignoro, no tengo tiempo para pensar si me duele, si est� cansado. Yo tengo que seguir trabajando sea como sea, dentro y fuera de la casa. �Ni remedio!�
A nivel espiritual � y tiene que quedar claro que en la teolog�a mujerista no entendemos lo espiritual como algo separado de lo corporal, lo mismo que no entendemos lo religioso separado de lo cultural, ni la historia de la salvaci�n como algo distinta a la historia humana � a este nivel lo que m�s nos preocupa tiene que ver con la opresi�n de esquemas e instituciones religiosas. Nos preocupa enormemente la glorificaci�n de la abnegaci�n que contin�a exigi�ndosenos a las mujeres, en especial de las madres, hasta el punto que destruye nuestra auto-estima. Y nos preocupa la negatividad con que se considera lo corporal/sexual � categor�a con la que se nos identifica y a la que se nos limita ya que no se nos da cabida en la espiritual/intelectual.
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Temas Presentes y Futuros
Ante esta realidad que vivimos las mujeres hispanas/latinas en los Estados Unidos, �cu�les son los temas principales de la teolog�a mujerista?
Primero que nada la teolog�a mujerista insiste en que toda teolog�a es una teolog�a contextual, en que el quehacer teol�gico no es el decir con palabras nueva lo que siempre las iglesias han dicho acerca de Dios y de nuestra relaci�n con Dios sino el facilitar preguntas y preocupaciones que surgen de la realidad que vivimos. Insistimos en que se de-mistifique la teolog�a, que se entienda y diga claramente que la teolog�a � como todo discurso humano � es una mediaci�n, que tiene que ver con lo que nosotros creemos acerca de lo divino y no es sino una muy limitada aproximaci�n a qui�n es Dios y c�mo es Dios. Siguiendo una vieja tradici�n cristiana consideramos que la teolog�a es �fe en busca de entendimiento�, en busca de articulaci�n y explicaci�n. Es decir, la teolog�a mujerista tiene como fuente la fe de las latinas, fe que est� hondamente ligada con sus experiencias de lucha por la liberaci�n. Otras teolog�as pretenden ser objectivas cuando en realidad reflejan las experiencias y el pensar de los que la escriben y proclaman. Nosotras, fieles a los esquemas liberativos, de entrada hablamos de la teolog�a mujerista como una teolog�a contextual, una teolog�a subjetiva. Lo subjetivo lo entendemos no en forma individualista y aislada. Al contrario, en nuestra cultura la verdadera persona es la que se relaciona, la que es miembro de una comunidad y abraza sus responsabilidades para con los dem�s. Es por eso que nuestro quehacer teol�gico lucha por ser un proceso comunitario comprometido con escuchar y articular las creencias de las comunidades de hispanas que luchan por la liberaci�n. Esta comunidad cuyas experiencias son la fuente de la teolog�a mujerista es una comunidad enraizada en una historia, en un pueblo con una fuerte tradici�n religiosa. En otras palabras, la comunidad presente conlleva las tradiciones y ense�anzas religiosas de las comunidades de nuestros antespasados y esto nos provee con un mecanismo para evaluar nuestras consideraciones teol�gicas. Sin embargo no es la tradici�n el
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criterio principal de la teolog�a mujerista sino la liberaci�n, la liberaci�n integral de la cual ya hemos hablado.
Nuestra insistencia en la experiencia de las latinas de la base que luchan por la liberaci�n como fuente de la teolog�a mujerista nos ha llevado a reconocer la capacidad teol�gica de estas mujeres. Hemos experimentado a la mujer hispana de la base como admirablemente capaz de explicar sus creencias y pr�cticas religiosas y son estas explicaciones las que recogemos y elaboramos en la teolog�a mujerista. Nuestra experiencia con las latinas de la base nos hace reconocerlas como �intelectuales org�nicas�, para usar la frase cu�ada por Gramsci. Esto rescata lo intelectual de lo meramente acad�mico. En otras palabras, erroneamente se ha visto a los acad�micos, a aquellos con altos niveles de educaci�n formal, como los verdaderos intelectuales. Esto hace que se considere a los que no tienen educaci�n formal como capaces de entender y explicar sus experiencias, sus propias ideas.
En la teolog�a mujerista hemos insistido en traer a la mesa de debate teol�gico la perspectiva de las mujeres latinas de la base usando sus propias palabras, usando las narrativas que ellas crean hilando sus propias experiencias. Hemos tratado de hacerlas presente no en una representaci�n que las sigue ocultando sino haciendo claro el que nuestras presentaciones tienen como proposito el contribuir a la lucha por la liberaci�n y que como te�logas mujeristas compartimos muchas de las experiencias de opresi�n y lucha de las hispanas de la base. La teolog�a mujerista lucha de esta manera por hacer valer en el campo de la teolog�a la voz de las exclu�das. Creo que esto es lo que m�s hemos enfatizado en nuestro quehacer teol�gico, a lo que m�s fieles hemos sido.
Esta perspectiva sobre el quehacer teol�gico de la mujer latina de la base nos ha llevado a ver la teor�a no como abstracciones sino como elaboraciones coherentes con lo concreto y particular de lo cotidiano. Esto nos ha llevado a ver las teor�as no como generalizaciones que no toman en consideraci�n ni cu�ndo ni d�nde, sino como entendimientos contextualizados v�lidos
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que nos gu�an pero que siempre est�n abiertos a un proceso de desarrollo por el cual nos tenemos que responsabilizar. Y esto tambi�n nos ha llevado a elaborar la importancia de lo cotidiano.
Lo cotidiano tiene que ver con el horizonte de la vida diaria, com�n y corriente de las latinas. Lo cotidiano est� enraizado en la materialidad de nuestras vidas, esta bendita materialidad que es parte intr�nseca de la creaci�n de Dios y que Dios abraza de manera singular al encarnarse en Jes�s. Lo cotidiano es la arena principal de nuestras luchas y conocimiento, el lugar, momento y ocasi�n de comprender la realidad. Lo cotidiano nos enfrenta con la realidad, con la necesidad de aprehender la realidad y no s�lo de tener una idea acerca de la realidad. Este aprehender la realidad que lo cotidiano hace posible tiene tres movimientos o fases: el hacerse cargo de la realidad, el cargar con la realidad, y el encargarse de la realidad. (Aqu� sigo el esquema de Ignacio Ellacur�a, uno de los jesuitas asesinados en El Salvador en la d�cada de los 80.)
Para hacerse cargo de la realidad uno tiene que estar parada en medio de ella, tiene que estar afectada por ella. Aprendemos como las hispanas se hacen cargo de la realidad al escuchar las narrativas de sus vidas que comparten con quienes las toman en serio. Vemos en esas narrativas como las exigencias de la lucha por sobrevivir hace que las latinas se establecen en medio de la materialidad de la vida. Pero la actitud de lucha que prevalece por arriba de todo en sus vidas no s�lo las lleva a estar en medio de la realidad sino tambi�n a cargar con ella, a responsabilizarse por ella. Esta fase de cargar con la realidad nos coloca en campo moral dejando claro que para conocer la realidad hay que entrar en la arena de la �tica. La tercera fase, la de encargarse de la realidad, surge cuando una se responsabiliza por ella y tiene que ver con nuestros esfuerzos por cambiar la realidad. D�a a d�a las latinas en Estados Unidos cambian la realidad por la que se responsabilizan al proveer casa, comida, cuidado, cari�o a sus hijas e hijos en medio de condiciones opresivas, en medio de vecindarios llenos de drogas y de violencia.
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De la nada parecen sacar los recursos para cuidar de los m�s vulnerables de sus familias y la sociedad: los menores y los ancianos.
La sobrevivencia que ocupa tanto del quehacer cotidiano de las mujeres latinas de la base revierte el orden jer�rquico de las necesidades creado por los poderosos que la pone en el �ltimo escal�n. Debido a que la sobrevivencia ocupa la mayor parte del tiempo de estas mujeres, es que no se les considera a ellas capaces de ser agentes morales, sujetos de su propia historia, de poder contribuir a crear un futuro diferente al presente opresivo. Pero si la realidad se conoce principalmente a partir de lo cotidiano, la sobrevivencia se convierte entonce en el eje central de ese conocer. La lucha por la sobreviviencia de las hispanas en los Estados Unidos deja bien claro el hecho de que el bien com�n no es algo aparte de la realidad de lo cotidiano sino precisamente se centra en y abraza esta lucha cotidiana.
Esta manera de valuar la importancia de lo cotidiano y de la lucha de las hispanas por sobrevivir tiene muchas implicaciones teol�gicas que hemos empezado a trabajar pero que tenemos que elaborar mucho m�s. La primera es nuestra visi�n del �reino de Dios�, lo cual en la teolog�a mujerista llamamos �la familia de Dios�. La imagen b�blica del �reino de Dios� tiene poca relevancia en nuestras vidas hoy en d�a adem�s de reforzar entendimientos e instituciones sociales que nos oprimen. El concepto de reino de Dios en el siglo 21 nos habla de una jerarqu�a de privilegios y de seres humanos adem�s de ser un concepto patriarcal. Creemos que es mucho m�s relevante para nosotras la imagen de la familia de Dios, una familia de la que nadie es exclu�do, en donde lo que prevalece no son las relaciones verticales sino las horizontales, y en la cual se le da prioridad a los m�s vulnerables. En la teolog�a mujerista la familia de Dios no es algo del otro mundo, del mundo venidero, sino algo de este mundo, muy real, que lucha por hacerse tangible en nuestro mundo, en medio de nuestras comunidades, que necesita de nuestra lucha por la justicia para ir implant�ndose y floreciendo en nuestro mundo � lucha que abrazamos porque as� nos lo exige el mensaje eveang�lico. Esta perspectiva de ninguna manera
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se basa en una falsa creencia de que nosotros nos labramos nuestra salvaci�n. Lo que s� afirma es que la doctrina de la creaci�n nos llama a abrazar nuestra responsabilidad por la lucha por implantar en este mundo el mensaje de justicia y paz que es central al evangelio de Jes�s. Creemos que a�n el poder reconocer que �sta es nuestra responsabilidad tanto como el abrazarla y continuamente renovar nuestro compromiso con esta lucha por la justicia es posible s�lo por la gracia de Dios, un Dios que se encarn� en Jes�s y que se hace presente en este mundo d�a tras d�a. Si Dios se hizo realidad en este mundo, entonces es en este mundo que tenemos que luchar por ser verdadera familia de Dios. La centralidad de la lucha por la justicia en la teolog�a mujerista no niega ni la necesidad de confiar en Dios ni el hecho de que para todo dependemos de la gracia de Dios.
Lo cotidiano y la lucha por la sobrevivencia nos hace entrar en un segundo tema teol�gico: el pecado. Reconocemos el pecado como esencialmente social, como el no responsabilizarnos por nuestras familias y comunidades. El pecado tiene que ver con posponer, con no facilitar o oponernos a ser familia de Dios donde todos son amados y, por lo tanto, todos tienen igualdad de derechos. Vemos el pecado ligado a los prejuicios e instituciones que no reconocen a cada persona como sujeto moral capaz de contribuir al bienestar de la comunidad. En la teolog�a mujerista consideramos el pecado como la fuerza anti-liberativa que mantiene el bienestar y privilegio de unos pocos a costas del de la gran mayor�a del mundo. Y para nosotras es pecado el instituir y mantener mecanismos e instituciones sociales que se basan en creencias o ideolog�as que no toman en serio la cotianidad del pueblo.
Un tercer tema teol�gico de gran importancia en la teolog�a mujerista es la justicia. En esto nos gu�a la imagen y el sentido de ser familia de Dios. La insistencia de Jes�s de no diferenciar entre familia y disc�pulo (Mateo 12: 46-50) nos hace leer Mateo 25:31-46 como el texto que inspira nuestro esfuerzo por elaborar una manera de entender la justicia que nazca de la realidad que vivimos las latinas. Hay tres enfoques principales en nuestra elaboraci�n sobre la
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justicia: empieza con la realidad de injusticia que sufrimos las hispanas, se concentra en elaborar como entendemos las relaciones justas � las relaciones de una familia, de la familia de Dios � a nivel personal tanto como social y estructural, y lo consideramos un proceso en el que necesariamente hay que enfatizar diferentes perspectivas de acuerdo con la realidad que va cambiando d�a a d�a.
Nuestro punto de partida es escuchar a las latinas que luchan por la liberaci�n con el prop�sito de entender la opresi�n que viven. Tenemos que entender lo mejor posible la injustica que sufrimos para poder elaborar estrategias efectivas en nuestra lucha. Hemos usado un esquema que identifica cinco formas principales de opresi�n: la explotaci�n, la marginalizaci�n, la falta de poder, el prejuicio �tnico/racial, y la violencia. (Ver, Isasi-D�az, Mujerista Theology: A Theology for the 21st Century, cap�tulo 6.)
El segundo punto en la elaboraci�n mujerista de la justicia, debido a que entendemos que el evangelio nos llama como familia de Dios a las relaciones justas a todo nivel, es la necesidad de que la justicia haga incapie en tres perspectivas: la importancia de la reciprocidad que es posible cuando cada cual no s�lo reciba sino tambi�n cada cual contribuya; la responsabilidad que tenemos para con los dem�s (ya que consideramos que el ser humano es principalmente un ser social) por la clase de persona que somos y lo que hacemos; el rendir cuentas � el tener procesos espec�ficos y efectivos que hagan imposible la acaparaci�n y jeraquizaci�n del poder.
Por �ltimo, una vez que hemos identificado el punto de partida y el enfoque principal, llegamos a la conclusi�n de que las actitudes o virtudes cristianas que concretizan la justicia en el presente son la solidaridad y la reconciliaci�n. Hemos elaborado m�s extensamente lo que entendemos por solidaridad. (Ver, Mujerista Theology, cap�tulo 5.) Nos falta elaborar en forma m�s completa como entendemos la reconciliaci�n aqu� en Estados Unidos. Vemos la conciliaci�n/reconciliaci�n como la base para continuar luchando con las diferentes comunidades latinas que se agrupan en Estados Unidos y como elemento que nos puede ayudar en la lucha por
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solidarizarnos con otros grupos marginados. La conciliaci�n/reconciliaci�n es tambi�n una perspectiva que nos ayuda a entender mejor como reconceptualizar las diferencias, como verlas no como algo excluyente y confrontativo sino como la riqueza que constituye el mestizaje/mulatez que es central a qui�nes somos como hispanas.
Un cuarto tema teol�gico de importancia para la teolog�a mujerista es el de la revelaci�n divina. Abogamos por un sentido de la revelaci�n como algo que contin�a y no que termin� de una vez para siempre cuando se cerraron los canones del cristianismo. Abogamos por una manera de entender la revelaci�n que reconozca la importancia de lo cotidiano -- de la revelaci�n de Dios a trav�s de la fe y religiosidad de los pobres y humildes de este mundo. Es aqu� tanto como en otros temas teol�gicos que tenemos que privilegiar no s�lo hermeneuticamente sino tambi�n epistemologicamente la manera de pensar y entender de los pobres y los oprimidos. Tenemos que aplicar aqu� lo que sabemos por experiencia, que es en los m�rgenes donde se dan las luchas m�s importantes, que son los m�rgenes lugares privilegiados de peregrinaje hacia la plenitud humana la cual en el cristianismo no entendemos sino entrelazada con lo divino.
Un quinto tema es la elaboraci�n de una cristolog�a que abiertamente parta de los valores �ticos. No podemos decir de Cristo nada que pueda ser usado en contra de nada ni nadie. No podemos decir de Crsito nada que excluya y que no le d� prioridad a la justicia y la paz. Necesitamos elaborar una cristolog�a que est� relacionada con el Jes�s hist�rico m�s que con el Cristo eclesial y que no sea algo del pasado sino que contin�e en el presente. En otras palabras, Cristo no fue sino que es y por lo tanto c�mo entendemos a Cristo es algo que tiene que estar abierto a elaboraciones presentes y futuras. Aqu� nos toca tomar en serio el sentido de que como cristianos somos alter Christus, otros Cristos. Cristo hoy en d�a incluye no s�lo a Jes�s de Nazaret sino tambi�n a Mar�a de Nazaret, a Oscar Romero del Salvador, a Dorothy Day de Nueva York, a las multitudes de hombres y mujeres que luchan a brazo partido por sobrevivir d�a tras d�a.
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Propuestas Para el Futuro
Nos encaramos al futuro convencidas de que la lucha por la liberaci�n debe de continuar y de que la religi�n continuar� teniendo un papel muy importante es este quehacer cotidiano de la mujer hispana en los Estados Unidos. Las teolog�a mujerista, por lo tanto, continuar� tratando de contribuir a la labor de concientizaci�n y apoyo de la mujer latina al igual que seguir� con sus esfuerzos de abogac�a haciendo presente las voces de las hispanas de las base en las instituciones acad�micas y ecclesiales. Pero, como la religi�n es algo vivo la teolog�a nunca es simple repetici�n del pasado. Por ser una teolog�a contextualizada, la teolog�a mujerista siempre tendr� que enfrentarse a nuevas situaciones y tendr� que asumir nuevos retos. Los que nos parecen ser m�s urgentes al presente tienen que ver con las mediaciones soci�gicas y antropol�gicas de la teolog�a, los m�todos que usamos en el quehacer teol�gico, y las elaboraciones teol�gicas a partir de la �tica cristiana y la teolog�as moral.
La mediaci�n sociol�gica es sumamente importante ya que es lo que nos ayuda a entender la realidad en la que se encarnan nuestras comunidades y el contexto del cual la teolog�a mujerista nace. Necesitamos nuevos esquemas sociol�gicos para mejor conceptualizar y entender nuestro mundo. Necesitamos esquemas que en su an�lisis conjugen clase social, status econ�mico, g�nero, etnicidad/raza, y otros elementos que contribuyen a organizar la sociedad y determinan el acceso que tienen las personas a los bienes materiales y otros recursos. Para hacer esto hay que ponerle especial atenci�n al poder, a c�mo se entiende el poder y c�mo se usa. Tambi�n hay que tomar en consideraci�n la forma en que la globalidad entrelaza a todos los pueblos de forma que, casi siempre, los privelegios de unos son a costa de otros.
La sociolog�a nos tiene que ayudar a entender la realidad no siguiendo esquemas dial�cticos que favorecen la confrontaci�n sino siguiendo propuestas de di�logo que favorecen la solidaridad y la responsabilidad por los dem�s. Igualmente la econom�a, que aqu� incluyo en forma general en la sociolog�a, tiene que partir del hecho de que el mercado capitalista no va a
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desaparecer. Lo importante, por lo tanto, es ver como hacemos que el mercado sea razonable, como construimos una visi�n en la que el mercado se ponga al servicio de los seres humanos y no se contin�e con el error de que las fuerzas del mercado no pueden o no deben ser controladas.
La mediaci�n sociol�gica nos tiene que dar un an�lisis m�s sofisticado del proceso de globalizaci�n distingui�ndolo del proceso de globalidad. Este �ltimo se refiere a la realidad en la que vivimos que hace que el mundo entero sea nuestro vecindario, que lo que sucede en lugares muy lejanos nos afecten directamente como lo son las cuestiones ecol�gicas y econ�micas. La globalidad abre posibilidades y sin duda puede ser fuente de enriquecimiento para todos. La globalizaci�n por otro lado, tiene que ver con los esquemas neo-liberales de poder --mayormente de poder econ�mico que controla hoy en d�a el poder pol�tico y el militar -- en los cuales la mayor�a del mundo se convierte en instrumento para el beneficio de no m�s del 10% de la raza humana. Necesitamos que la sociolog�a nos ayude a no confundir el proceso de globalidad con el de globalizaci�n para poder juzgarlos de acuerdo a las ense�anzas de justicia que gu�an el proceso de liberaci�n que es central al quehacer de la teolog�a mujerista.
Tambi�n urgente es la necesidad de trabajar en las mediaciones antropol�gicas. Considero que la antropolog�a teol�gica es lo que se encuentra en necesidad de mayor desarrollo y no podemos hacer eso hasta que no avance la antropolog�a de por s�. Necesitamos una mejor comprensi�n de las caracter�sticas principales del ser humano. Para eso a lo mejor tenemos que abandonar definiciones r�gidas y nos tenemos que abrir a conceptos flu�dos que nos permitan reconocer que como todo lo creado, el ser humano no es est�tico.
De gran importancia es darle prioridad a nuestra realidad corporal. La materialidad de nuestro ser como elemento central del ser humano nos abre a una apreciaci�n de lo sexual-
er�tico que no hemos tenido hasta ahora. Uno de los elementos principales del paso que hemos dado m�s all� de la modernidad es el de destronar lo racional-intelectual como lo m�s importante y central para el ser humano. Necesitamos entender mucho mejor el papel de lo
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emocional y lo imaginativo y como estos se relacionan con lo racional. Esto ha sido una de las insistencias mayores de la perspectiva feminista la cual insiste en la importancia de lo emocional no s�lo para la mujer sino para todos los seres humanos.
Igualmente necesitamos saber que significa antropologicamente el hecho de que somos seres sociales. La construcci�n social de la persona no es algo que va despu�s de que hemos establecido las consideraciones antropol�gicas sino que �sta lleva a entender lo que es el ser humano. La identidad, las relaciones y la capacidad que tenemos para decidir y actuar no se deben de considerar como derivados de lo esencialmente humano sino que hay que entenderlos como elementos centrales de lo que significa ser persona humana.
Adem�s de continuar desarrollando las mediaciones sociol�gicas y antropol�gicas, la teolog�a mujerista necesita continuar refinando cuestiones del m�todo teol�gico que usamos por razones no s�lo de validez teol�gica sino tambi�n por ser el m�todo que creemos mejor responde a la lucha por la liberaci�n de las latinas en Estados Unidos. Necesitamos seguir luchando en contra del individualismo liberal que a menudo parece ser el fin principal de ciertos esquemas postmodernos. Esto nos preocupa sobremanera no s�lo porque pensamos que traiciona el sentido social-comunitario del ser humano y hace imposible la verdadera solidaridad --lo cual consideramos es el rostro de la caridad cristiana es este nuevo siglo-- sino, tambi�n porque milita en contra de una visi�n del futuro liberativa. Considerando toda visi�n del futuro como una meta-narrativa inv�lida que obstruye la realizaci�n personal, el postmodernismo tiende a opacar todo concepto del bien com�n que es central para la concepci�n de lo que en el evangelio se llama �el reino de Dios�. Es por eso que el m�todo teol�gico de por s� tiene que ser un m�todo comunitario, un m�todo enraizado en la cotidianidad de la gran mayor�a de los seres humanos: los pobres y marginalizados de este mundo.
Tambi�n tenemos que insistir en un m�todo teol�gico que considere la praxis como elemento central del pensar y el saber. La visi�n de la realidad de la cual hemos ya hablado no
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permite otra coas. Es por eso que se nos hace indispensable el abrazar una teolog�a narrativa, lo cual no quiere decir meramente anecd�tica, sino una teolog�a que surja de las historias de las mujeres de la base, como ellas ven y entienden sus vidas, como ellas ven y entienden la fe y pr�cticas religiosas que son centrales a su lucha diaria por sobrevivir.
La elaboraci�n de estos estas propuestas ayudar�n a la teolog�a mujerista a seguir desarrollando un discurso subversivo que parta de la realidad de las mujeres latinas en los Estados Unidos y que contribuya a la lucha por nuestra liberaci�n.
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LO COTIDIANO: ELEMENTO INTRINSECO DE LA REALIDAD
En enero de 1992, en un peque�o pueblo al norte de El Salvador, visit� a una mujer de unos 65 a�os de edad quien me cont� c�mo durante la guerra civil le hab�an matado a un hijo, a otro lo hab�an obligado a unirse a la lucha armada y una hija hab�a sufrido acoso sexual. Ella no se quejaba sino que compart�a conmigo la realidad que hab�a vivido, lo que hab�a sido la vida cotidiana para ella y su familia durante la guerra civil. Al escucharla me di cuenta de que ella ve�a lo que hab�a sufrido como su contribuci�n al proceso revolucionario el cual esperaba traer�a cambios radicales. "Total", me dijo para terminar, "nada ha cambiado. Todav�a no tenemos electricidad, nuestra casa contin�a siendo una choza y tengo que caminar lejos para conseguir agua." En otras palabras, lo que le afectaba a ella y a su familia en forma directa e �ntima no hab�a cambiado; lo cotidiano segu�a igual. Su evaluaci�n de todo el proceso era a partir de lo cotidiano y que hubiera o no cambios en las esferas gubernamentales, en el campo macro-econ�mico, en las instituciones de la sociedad civil, eso no le ata��a tanto porque no afectaban su realidad diaria.
La conversaci�n con esa mujer me ayud� a entender mejor lo que me hab�an ido ense�ando las mujeres latinas en los Estados Unidos de Am�rica con las que he trabajado por m�s de veinticinco a�os: la importancia de lo cotidiano. El perspicaz an�lisis de esta mujer salvadore�a de lo que importaba en su vida, de lo que depend�a directamente su sobrevivencia diaria, se�ala la importancia de la cotidianidad como elemento central de toda realidad, incluyendo la religi�n, y del papel que juega en lograr y mantener cambios radicales en la sociedad. �Por qu�, entonces, no se le da importancia a lo cotidiano y por qu� no se le reconoce como elemento esencial de la realidad, que provee las ra�ces profundas que necesitan nuestras utop�as para no convertirse en fuentes de opresi�n, para que nuestra militancia no se convierta en violencia y no seamos autoritarios, arbitrarios y caprichosos en nombre de nuestras ideas e
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ilusiones? �Por qu� no ponerle atenci�n a lo cotidiano sin lo cual no se puede concebir la realidad del cual es elemento constitutyente? �Por qu� no se le da importancia al hecho de que es s�lo a partir de lo cotidiano que podemos entrar en el mundo de las estructuras sociales, pol�ticas, econ�micas y religiosas, que es s�lo a partir del significado que se le da a la realidad cotidiana, sus instituciones y los valores culturales que expresa, que se puede llevar a cabo cambios estructurales que perduren?
Al Rescate De Lo Cotidiano
A pesar de que ultimamente se habla m�s y m�s acerce de la experiencia de la gente de la base creo que no se use como fuente para la elaboraci�n de una visi�n del mundo centrada en la liberaci�n ni como base para los instrumentos y las instituciones sociales que esa visi�n necesita. Esto se debe en parte a que perdura la separaci�n equivocada entre la esfera personal y la pol�tica, entre el mundo dom�stico y el del trabajo renumerado, entre lo privado y lo p�blico �concepto que tiene una influencia excepcional no s�lo en c�mo organizamos nuestro mundo, sus instituciones sociales, el mundo del trabajo, sino tambi�n en c�mo lo explicamos. Esta separaci�n de esferas se basa en una manera dual�stica de concebir la realidad que considera de mayor importancia lo pol�tico, el trabajo renumerado, y lo p�blico --�reas asignadas al hombre-- y de menor importancia lo personal, lo cotidiano y lo privado --�reas que han sido asignadas a la mujer.[i] A esta esfera de lo personal, lo cotidiano, y lo privado no se le da mucha importancia ya que se cree que no va m� all� de lo que considera el �peque�o� mundo dom�stico. Esto ha llevado a procesos de cambios basados en ideolog�as especulativas que no consideran lo cotidiano como elemento que pueda contribuir a cambios estructurales.[ii] Usualmente, cuando se toma en consideraci�n lo cotidiano es para insistir en que debe seguir las directivas ideol�gicas y no porque se le valore en s�.
La falta de importancia que se le da a lo cotidiano tambi�n se debe a que los an�lisis prevalecientes enfocados a lograr cambios radicales, a�n los enfoques basados en perspectivas de
[i] Esta asignaci�n y evaluaci�n tienen implicaciones no s�lo sociales sino tambi�n econ�micas y hasta antropol�gicas.
[ii] Resulta instructivo saber que Karl Marx, por ejemplo, nunca visit� una fabrica. Ver, Fritz Raddatz, Karl Marx, une biographie politique (Paris: Fayard, 1978), citado en Michel de Certeau, The Practice of Everyday Life (Berekeley and Los Angeles: Universtiy of California Press, 1984), 64.
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liberaci�n, se han concentrado en los sectores, grupos o clases sociales usando casi exclusivamente lo econ�mico como elemento para definirlos. Esto ha llevado a que se ignoren enfoques que usan las perpectivas de g�nero, etn�as, razas, las cuales se consideran m�s personal y subjetivas --l�ase, �menos importante-- que pol�ticas y objetivas. Los an�lisis prevalecientes se basan en ideolog�as especulativas a las que se ha favorecido en vez de an�lisis a partir de la realidad cotidiana. Mientras que el marxismo se concentra en hablar de la explotaci�n y el capitalismo se centra en expandir mercados, lo cotidiano muestra la importancia de lo ordinario, de la forma creativa como la gente de la base lidia con la vida diaria no importa dentro de que sistema se desempe�en.[iii] Es por eso que nuestra visi�n program�tica del mundo se debe de crear a partir de lo cotidiano.
La poca importancia que se le ha dado a las experiencias, t�cticas y elaboraciones feministas es precisamente otra de las razones por la cual se le ha dado poca importancia a lo cotidiano. Las feministas hemos insistido en que lo personal es pol�tico, en que no hay tal cosa como problem�ticas que son privadas o que s�lo le ata�en a las mujeres. Hemos trabajado arduamente por hacer ver que lo llamado privado siempre tiene significado e implicaciones para la esfera p�blica y pol�tica. Hemos insistido en que la socialidad del ser humano lleva automaticamente, por as� decirlo, a que todo tenga implicaciones sociales. Es por eso que hablo de lo cotidiano en vez de lo dom�stico. Mucho de lo cotidiano se da dentro del mundo dom�stico, del mundo del espacio y tiempo de m�s intimidad para el ser humano y que, por lo tanto, pudieran ser consideradas menos influyentes es la sociedad.[iv] Sin embargo lo cotidiano va mucho m�s alla del mundo dom�stico como fue concebido y propugnado en el siglo XIX --sentido popular que a�n se le da a esa palabra. Nuestro empe�o en lo cotidiano y el significado que le damos rescata el mundo, las pr�cticas y las perspectivas de las mujeres en un �rea de la vida al cual los hombres no le han dado importancia y a�n hoy, a principios del siglo XXI raramente entran. Nuestras elaboraciones de lo cotidiano no tratan de abrir espacios dentro de
[iii] Esta realidad la cual he observado durante los muchos a�os que he trabajado con la gente de la base, es tambi�n el enfoque del trabajo de Michel Certeau sobre lo cotidiano. Ver la introducci�n por Luce Girard en, Michel de Certeau, Luce Girard, y Pierre Mayol The Practice of Everyday Life -- Volume 2: Living and Cooking, traducido por Timothy J. Tomasik (Minneapolis: University of Minneapolis Press, 1998), xviii.
[iv] Es instructivo e interesante notar la incongruencia que representa la importancia social y pol�tica que se le da a la familia --entendida exclusivamente a partir de la familia patriarcal-- a�n cuando la familia es una instituci�n que incurre en y se desarrolla dentro de la cotidianidad.
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hermene�ticas y epistemolog�as patriarcales. Nuestro empe�o va mucho m�s all� de eso y propone una hermene�tica y epistemolog�a cr�tica a partir de la realidad que viven los m�s exclu�dos de la sociedad: las mujeres.
Ofrecemos estas elaboraciones �ticas-teol�gicas porque creemos que nos ayudan a retomar y redefinir la humanidad que hoy en d�a se deshace ante nuestros ojos. En lo cotidiano encontramos una forma de abrazar al ser humano, al sujeto humano, que hoy peligra ante los avances de sistemas totalizantes como la globalizaci�n. Es por eso que nos empe�emos en lo cotidiano aunque algunos sin dudar a menudo aburra y agobie. Sea como sea, el hecho es que sin lo cotidiano la vida humana no existir�a.[v]
Significado De Lo Cotidiano
La cotidianidad es muy compleja y variada. Definirla no ser�a suficiente para poder se�alar sus muchos elementos y caracter�sticas por lo que es mejor describirla. Lo cotidiano constituye el ambiente inmediatio de nuestras vidas, el primer horizonte en el que se dan nuestras experiencias, las cuales, a su vez, son elementos constituyentes de lo cotidiano. Lo cotidiano es donde primero nos topamos y relacionamos con el mundo material. Este no s�lo consiste de la realidad f�sica sino tambi�n de la manera c�mo nos relacionamos con esa realidad (la cultura) y c�mo la entendemos y evaluamos nuestra relaci�n con ella (la historia). Dicho de una manera gr�fica, lo cotidiano est� enredado con la vida material y es elemento clave en la estructuraci�n de las relaciones sociales y sus l�mites.[vi] Lo cotidiano nos sit�a, nos ubica en nuestras experiencias las cuales son necesariamente corporales y materiales.[vii] Tambi�n tiene que ver lo cotidiano con las pr�cticas y creencias que hemos heredado y con aquellos juicios habituales que incluyen las t�cticas que usamos para lidiar con ellos.[viii] Sin embargo, por lo cotidiano no entendemos la reproducci�n o repetici�n a-cr�tica de todo lo que nos han enese�ado o a lo que hemos sido habituadas . Entendemos por lo cotidiano s�lo aquello que se reproduce o repite en forma consciente, con miras a la lucha que libran la mayor�a de las personas en el
[v] No niego la importancia de lo cotidiano en los sectores sociales como tal, la cotidianidad en las fabricas y otros lugares de trabajo, por ejemplo. Pero aqu� me refiero a la cotidianidad en y a trav�s de la cual primero nos topamos con el mundo material: la cotidianidad del hogar, la familia, el vecindario, el iglesia local, las amistades, los deportes.
[vi] Hanna Arendt, The Human Condition (Chicago: University of Chicago Press, 1958), 3.
[vii] Dorothy E. Smith, The Everyday World as Problematic (Boston: Northeastern University Press, 1987), 97.
[viii] Clifford Geertz, Local Knowledge (New York: Basic Books, Inc., Publishers, 1983), 74-76.
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mundo por su sobrevivencia y liberaci�n. Por esta raz�n se pueden encontrar en lo cotidiano elementos subversivos y creativos que ayudan a cuestionar la realidad en la que se vive.
Lo cotidiano tiene mucho que ver con las experiencias que hemos vivido, aquellas que no son inconscientes sino que han sido analizadas e integradas en nuestra manera de entender y comportarnos. Lo cotidiano es lo que hace el mundo de cada persona espec�fico y, por lo tanto, es a partir de �l y en �l que se viven las m�ltiples relaciones que nos constituyen como seres humanos. Lo cotidiano es la esfera en la cual la lucha por la vida nos es m�s inmediata, m�s pujante, m�s vigoroza, m�s en�rgica.
Lo cotidiano es lo que encaramos diariamente y tambi�n la manera como lo hacemos. Lo cotidiano no se relaciona exclusivamente con lo personal/individual sino que en forma regular entra en contacto con los sistemas sociales impactando sus estructuras y mecanismos los cuales, a su vez, influyen de manera concreta en la vida diaria de cada cual. Lo cotidiano tiene que ver con la forma de hablar, las experiencias de clase y de g�nero, el impacto de la pobreza, el trabajo que hacemos y lo que esperamos lograr en nuestras vidas; lo cotidiano se refiere a las relacion es familiares, a las amistades que tenemos y a las relaciones con los vecinos y con la comunidad; se refiere a nuestra experiencia de la autoridad, a nuestras creencias religiosas y a las celebraciones religiosas en las que participamos[ix]
Lo cotidiano est� estrechamente vinculado con lo que usualmente llamamos "sentido com�n", y, por tanto, lo vemos como algo "natural". Cuando hablamos de lo natural aqu� nos referimos al sentido que tiene el " claro est�!" y no al naturalismo filos�fico que limita la realidad solamente a aquello que la mente humana puede conceptualizar. Usamos "natural" aqu� para insistir en lo enredado que est� lo cotidiano con el mundo material, con lo concreto y lo espec�fico.[x]
En lo cotidiano encontramos mucho de ese "ser pr�ctico", de esa sagacidad popular que tiene que ver con el ser prudente, juicioso, sensato, con el no dejarnos sorprender por situaciones
[ix] Daniel H. Levine, Popular Voices in Latin American Catholicism {Princeton: Princeton University Press, 1992), 317.
[x] Geertz, 85-86. Esta descripci�n de lo cotidiano adapta elementos de la descripci�n que Geertz hace del �sentido com�n�.
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dif�ciles y, si no las podemos evitar, por lo menos conocer lo mejor posible con qu� es lo que no nos queda m�s remedio que enfrentarnos. Mucha de esta sagacidad popular se basa en el instinto de sobrevivencia de la gente, instinto afinado por las luchas diarias con las que hay que lidiar sin remedio .[xi]
Todo el que haya trabajado con los sectores populares conoce lo particular e inmediato de lo que preocupa al pueblo d�a tras d�a, lo poco met�dico que es lo cotidiano.[xii] Esto conduce a lo que muchos ven como inconsistente en la vida de la gente de base pero que en realidad se�ala la necesidad que impone lo cotidiano de actuar aqu� y ahora porque si no, no hay c�mo salir adelante. Lo poco met�dico del actuar de la gente de base es la �nica manera que tienen de enfrentarse con lo incierto de sus vidas, incertidumbre que se debe a que no tienen poder para controlar o cambiar lo que les sucede y lo m�s que pueden hacer es arregl�rselas como sea.
La gente de base tiene la habilidad de aprovechar el momento presente y se las arreglan para sacar algo de la nada. Esta habilidad se basa en la capacidad que desarrollan para poder atender a una multitud de cosas a la vez as� como tambi�n a la ma�a que se dan para lidiar a un mismo tiempo con el sin fin de cosas que la vida les presenta porque no pueden darse el lujo de tratar con ellas una por una ya que la mayor�a se les escapar�an resultando en una cat�strofe en sus vidas.[xiii] Esta capacidad de enfrentarse a la vez con un sin fin de cosas indica la habilidad que tiene la gente sencilla para ver las conexiones que existen entre cosas muy dispares, habilidad que no tendr�an si fueran m�s met�dicos, en el sentido de tratar con las cosas en forma deductiva y sistem�tica. La forma c�mo se ocupan de la multitud de cosas a las que se enfrentan cotidianamente, forma que muchos consideran desordenada, indica la importancia que tiene lo intuitivo y el estar completamente presente a los detalles de lo cotidiano, pues son precisamente los detalles los que constituyen el meollo de la realidad, de la vida. Es importante siempre recordar que la situaci�n que vive la gente de base los enfrenta cotidianamente a una realidad de
[xi] Ibid., 87.
[xii] Ibid., 90.
[xiii] Ibid, 91. No hay ejemplo m�s sencillo pero preciso de esto que las mujeres ind�genas que se ven a diario en el Per� caminando, cargando a sus hijos a la espalda, hilando el alpaca que llevan en sus morrales, y conversando, todo a la vez. Adem�s de todo esto, muchas veces tuve la sensaci�n de que todav�a les sobraba atenci�n para fijarse en sus alrededores, siempre cuidadosas de por d�nde van y qui�nes las rodean.
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importancia vital de la que depende su bienestar y el de aquellos de los cuales son responsables, bienestar que no pueden dar por descontado sino que tienen que procurar d�a a d�a.
Lo cotidiano se refiere a la simple realidad de nuestro mundo sin que por esto sea una realidad simplista. La simple realidad de nuestro mundo es de la que hay que ocuparse con urgencia, es la que est� dispersa a lo largo de cada d�a, con la que nos encontramos minuto a minuto aunque no queramos. Sin olvidarnos del por qu� detr�s de esta realidad, la urgencia con que ella se nos presenta hace que, a menudo, tengamos que dejar a un lado para m�s tarde las causas o razones que tengamos para lidiar con ellas, un m�s tarde que a veces nunca llega porque no vencemos la urgencia. Pero esto no quiere decir que no estamos concientes de las razones o causas de lo cotidiano, del por qu� de las luchas que se libran a diario. En concreto, esa realidad esparcida a lo largo de los d�as y a la que hay que enfrentarse tiene que ver con tener comida hoy, con arregl�rnosla para llegar a donde tenemos que ir hoy, con encontrar la medicina que la hija enferma necesita hoy. Al decir que lo cotidiano tiene que ver con la simple realidad de la vida nos referimos a lo obvio y lo inmediato de lo cotidiano, a las muchas crisis con que se enfrenta la gente de base en la vida diaria y a la sagacidad que muestran al lograr, de algun a forma, salir adelante.
Lo cotidiano tiene que ver con como usamos lo que sabemos para lograr construir un mundo, por pequ�o que sea, en el cual logremos nuestros propios objetivos, en el que podamos establecer relaciones justas que contribuyan a nuestra liberaci�n. Es por eso que lo cotidiano, al ser subversivo y creativo tiene un aspecto est�tico volc�ndose en sacar algo de la nada y creando un lenguaje que a base de chistes, dichos, y dobles sentidos crit�ca la realidad que se le trata de imponer a la vez que ilumina el significado que para ellos tiene su cotidiano.[xiv] Lo cotidiano, por tener que ver con c�mo lidiamos con las autoridades que gobiernan la sociedad, tiene tambi�n un aspecto pol�mico. En el espacio f�sico y de tiempo de lo cotidiano, tenemos poder y lo ejercemos apropi�ndonos de la informaci�n que recibimos a nuestra manera, amold�ndola de
[xiv] de Certeau insiste en esto desde el principio y atrav�s de todo el volumen que le dedic� especificamente a lo cotidiano. La creatividad para de Certeau es el elemento principal. Ver, por ejemplo, Michel de Certeau, The Practice of Everyday Life, traducido por Steven Randall (Berkeley: University of California Press, 1984), xiv-xv.
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acuerdo a nuestros gustos y objetivos, a nuestras necesidades y expectativa. Este aspecto pol�mico de lo cotidiano es lo que le da su car�cter subversivo. Por ultimo, lo cotidiano, tiene un aspecto �tico ya que nos provee con un espacio en el que podemos mover con cierta autonom�a, en el cual podemos tomar y poner en efecto decisiones que parecen no tener importancia pero que tomadas en conjunto ciertamente apuntan a un horizontal moral y �tico.[xv]
Lo cotidiano es lo que da cabida a la singularidad, a lo espec�fico y a la diversidad.[xvi] Entramos al siglo ventiuno concientes de que la homogeneidad y la masificaci�n han sido utilizadas como elementos de opresi�n. Es lo que compartimos a partir de la singularidad y lo especifico que se da en lo cotidiano lo que nos hace posible el crear una verdadera solidaridad en la que reconozcamos intereses comunes que nos lleven a compartir estrategias para la liberaci�n. Es el conocer profundamente los diferentes mundos de la cotidianidad de diferentes pueblos lo que hace posible que sigamos vislumbrando la posiblidad de la liberaci�n a�n cuando nos sofoca el abrazo todopoderoso de la globalizaci�n.
Importancia De Lo Cotidiano
La importancia de lo cotidiano no consiste solamente en lo que es, sino en que es elemento intr�nseco de la realidad y del saber. El an�lisis que toma en serio la cotidiano no separa la praxis de la reflexi�n y le da preferencia hermene�tica a los pobres y oprimidos reconoci�ndolos como lo que Gramsci llam� "intelectuales org�nicos", admirablemente capaces de entender y explicar sus experiencias y creencias.
Este an�lisis de la realidad tiene como fin no meramente comprender o captar el sentido de la realidad sino el "aprehender la realidad y ...enfrentarse con ella".[xvii] Lo que constituye el punto de partida para este aprehender y enfrentarse con la realidad es la experiencia de la gente de base. La descripci�n de estas experiencias que son substancia y forma de la cotidianidad es lo que usamos para construir una narrativa propia que sirve para entender mejor qui�nes son la gente de base y los hilos hermene�ticos y epistemol�gicos que dan continuidad a sus vidas.
[xv] de Certeau, Girard y Mayol, The Practice of Everyday, p. 254-255.
[xvi] Hemos estado desarrollando la importancia de esta perspectiva y realidad ya que es de singular importancia para los latinos que vivimos en los Estados Unidos de Am�rica. Hemos elaborado una forma de entender la diversidad que en vez de ser lo que nos separa es lo que nos permite relacionarnos y unirnos como comunidad de lucha. Ver, Ada Mar�a Isasi-D�az, �A New Mestizaje/Mulatez: Re-Conceptualizing Differences,� en The Unfinished Dream: Theological Voices of U.S. Minorities, editado por Eleazar S. Fern�ndez y Fernando Segovia (Maryknoll: Orbis Books, por publicarse).
[xvii] Ignacio Ellacur�a, �Hacia una fundamentaci�n del m�todo teol�gico latinoamericano�, Estudios centroamericanos 30, No. 322-323 (agosto-septiembre, 1975): 419.
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El tomar en serio la funci�n descriptiva de la cotidianidad hace posible que emerjan narrativas nuevas creadas por los pobres y oprimidos seg�n se van haciendo cargo de la realidad. A trav�s de estas narrativas ellos se reconocen y presentan como sujetos morales que ejercen su derecho y poder de auto-definici�n. S�lo cuando nos auto-definimos nos convertimos en sujetos hist�ricos capaces de concebir realidades m�s all� de la presente, realidades futuras que siempre tienen algo de continuidad con el presente pero tambi�n algo de discontinuidad. Para los pobres y oprimidos una narrativa nueva, distinta a la "normativa", es elemento importante de su proceso de conscientizaci�n. Las narrativas nuevas, las verdaderamente propias que creamos a partir de nuestras propias experiencias, nos ayudan a ver y valorar partes de nosotras mismas que hemos ignorado o que no conocemos bien y nos ayudan a conocernos de una manera distinta a como los opresores dicen que somos. Estas narrativas, al ser diferentes a la normativa, rompen la hegemon�a establecida mayormente por los poderosos, en gran parte los hombres del mundo occidental y del hemisferio norte, hegemon�a que ha contribu�do grandemente a producir y mantener prejuicios y estructuras opresivas como el racismo y el etnicismo, el sexismo y el heterosexismo compulsivo, el clasismo y la pobreza material.
La importancia que tiene la cotidianidad en las narrativas nos ayuda a reconocer que los pueblos no viven ni se inmolan por un credo o una creencia y que esto pueblos necesitan narrativas que nazcan de su realidad, que estimulen y motiven y no s�lo convenzan. Es decir, las descripciones de la realidad que se basan y se nutren de la cotidianidad tienen la capacidad de mover corazones, capacidad que no tienen las leyes, los dictados autoritarios o las exigencias arbitrarias. Se necesitan narrativas que sean eco de nuestra realidad cotidiano porque es a trav�s de ellas que aprendemos a conocernos a nosotras mismas, a nuestra realidad y su aspecto moral y a la relaci�n que hay entre la moralidad del comportamiento humano y la felicidad o infelicidad, la fortuna o la desgracia.[xviii]
[xviii] Paul Ricoeur, A Ricoeur Reader: Reflection and Imagination (Hertfordshire: Harvester, Wheatsheaf, 1991), 428.
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La importancia de lo cotidiano no se limita solamente a su funci�n descriptiva sino tambi�n tiene que ver con lo que la gente de base piensa sobre qui�nes son, lo que hacen, los discursos que construyen y el papel y las normas que la sociedad les impone . Reconociendo que lo cotidiano siempre est� marcado por subjetividad, que vemos y entendemos lo que nos pasa desde una cierta perspectiva, de aqu� que tiene importancia hermene�tica. Lo cotidiano es el lente a trav�s del cual se aprehende la realidad insistiendo siempre que esto no sucede aparte de un enfrentarse con ella. Esto quiere decir que la hermene�tica no se refiere s�lo al significado de la realidad sino que va mucho m�s all� de la perspectiva que tenemos acerca de lo que pasa, lo que se vive, qui�nes somos. La hermene�tica tiene que ver con el contexto, el uso del poder y qui�nes son los que de verdad deciden acerca de la vida cotidiana. La hermene�tica tiene que ver tanto con el efecto prometido como con el efecto real de las experiencias diarias, sobre las cuales la gente de base no tiene control. La funci�n hermene�tica de lo cotidiano hace visible la opresi�n que se vive a diario porque no s�lo muestra claramente las pr�cticas discriminativas sino que desenmascara a los que se benefician de ellas.
Esta manera de entender la importancia hermene�tica de lo cotidiano hace resaltar las m�ltiples intencionalidades presentes, la manera c�mo se refuerzan discursos y pr�cticas cotidianas que son opresivas mientras que se impiden las que son liberadoras. Insistir en la funci�n hermene�tica de lo cotidiano lleva a comprender la materialidad de las comunicaciones, la conexi�n que existe entre discurso y acci�n y a ver la importancia de las justificaciones y las motivaciones para la praxis. La hermene�tica aclara el papel que desempe�an los valores, los supuestos, los "hechos", las "verdades", las estrategias, el ambiente, los medios materiales, las intenciones, en lo cotidiano.[ixx] Es por esto que no podemos aprehender la realidad y enfrentarnos con ella sin tomar muy en serio la funci�n hermene�tica de la cotidianidad.
Una vez que se entienden las funciones descriptiva y hermene�tica de la cotidianidad es f�cil deducir su importancia epistemol�gica. Esto quiere decir que al hablar de la cotidianidad,
[ixx] La funci�n que le damos a la hermene�tica va m�s all� de la usual porque creemos que no se puede tratar con el significado si no se enfrenta uno a lo que pasa. Al ampliar el significado de la hermene�tica le estamos atribuyendo parte de las caracter�sticas de la ret�rica. Lo hacemos porque sino la importancia de la hermene�tica para la praxis liberadora ser�a bastante limitada. Ver, J.D.H. Amador, �Feminist Biblical Hermeneutics: A Failure of Theoretical Nerve,� Journal of the American Academy of Religion Vol. 66, No.1 (Spring, 1998): 39-57.
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de las experiencias diarias de la gente de base, uno hace referencia no s�lo a la capacidad de saber que tienen, sino tambi�n a las caracter�sticas de su modo de conocer. Dado que el saber tiene que ver con aprehender y enfrentarse con la realidad, la epistemolog�a tiene que lidiar con los esfuerzos por entender y expresar el c�mo y el por qu� de la vida y del ser humano, esfuerzos que se dan constantemente en lo cotidiano. No es s�lo a partir de lo cotidiano que uno aprehende y se enfrenta con la realidad o la conoce pero es verdad que lo cotidiano juega un papel primordial en este proceso y por eso no se le puede ignorar o relegar a un segundo plano. El �nfasis en lo cotidiano hace posible ver la realidad como intr�nsicamente ligada al conocimiento de la misma, conocimiento que no es una copia de esa realidad, no es "adecuaci�n del intelecto a la cosa".[xx] En otras palabras el �nfasis en lo cotidiano hace posible ver el conocimiento como una reconstrucci�n fragmentaria, interesada, conjetural y transitoria de la realidad.[xxi]
El conocimiento es fragmentario porque sabemos que nuestro conocimiento futuro diferir� de lo que sabemos hoy y va m�s all� de lo que hemos descubierto a trav�s de nuestras experiencias y las experiencias de nuestras comunidades. Sabemos, sin embargo, que el conocimiento futuro se relacionar� con lo que sabemos hoy y que lo que aprendemos de otros lo tenemos que comprobar con nuestra realidad. Lo que sabemos es siempre partidista porque siempre est� influenciado por nuestros valores, prejuicios, lealtades, emociones, tradiciones, sue�os y proyectos sobre el futuro. Nuestro saber es conjetural porque nuestro conocimiento no es fiel copia de la realidad, sino que es nuestra forma de entender y tratar con las relaciones, las estructuras y los procesos que son elementos de lo que llamamos la realidad. De aqu� que lo cotidiano nos ayuda a entender que nuestro saber es provisional porque indica claramente cu�n transitorio es nuestro mundo y cu�n provisionales somos nosotros mismos.
Lo cotidiano que nos interesa y a lo que nos hemos estado refiriendo no es cosa de "otra" perspectiva sino que indica que los pobres y los oprimidos entienden y se enfrentan con la realidad en forma diferente a como lo hacen los poderosos y privilegiados. La funci�n
[xx] Aqu� sigo muy de cerca las propuestas sobre el conocimiento de Otto Maduro, Mapas para la fiesta (Buenos Aires: Centro Nueva Tierra para la Promoci�n Social y Pastoral, 1992).
[xxi] Ibid., 136-138.
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epistemol�gica de la cotidianidad indica que la lucha de los pobres y oprimidos que se da desde el rev�s de la historia es un proceso continuo que se localiza en la vida diaria y abarca toda la materialidad que la enra�za. Lo cotidiano constituye el lugar, el momento --el horizonte-- en el cual la gente de base se enfrenta a la realidad, enfrentamiento que tiene una triple dimensi�n: "el hacerse cargo de la realidad," "el cargar con la realidad" y "el encargarse de la realidad."[xxii]
El "hacerse cargo de la realidad" "implica estar en la realidad de las cosas --y no meramente un estar ante la idea de las cosas-- ...implica un estar entre ellas a trav�s de sus mediaciones materiales y activas."[xxiii] La funci�n descriptiva de la cotidianidad contribuye a este "hacerse cargo de la realidad" ya que se refiere a c�mo la gente de base est� "en la realidad de las cosas --y no s�lo meramente ... [est�] ante la idea de las cosas o en el sentido de las cosas..."[xxiv]
La segunda dimensi�n, el "cargar con la realidad", se refiere al car�cter �tico de la realidad que tienen los seres humanos no para "evadirse de sus compromisos reales sino para cargar sobre s� con lo que son realmente las cosas y con lo que realmente exigen."[xxv] La funci�n hermene�tica de la cotidianidad que hemos propuesto se relaciona estrechamente con esta dimension �tica que tiene la realidad. Es precisamente la importancia que tiene esta dimensi�n �tica lo que nos ha llevado a expandir la perspectiva hermene�tica de lo cotidiano para que incluya los valores, "las verdades," las intenciones. Amerita repetir que no se puede conocer la realidad sin examinar desde qu� perspectiva se entiende y no se puede decir que uno comprende la perspectiva sin analizar de qui�n es y a qui�n sirve.
La tercera dimensi�n, el "encargarse de la realidad", apunta al hecho de que una de las caracter�sticas del conocimiento es la de involucrarse en lo que se sabe, que uno no puede hablar de conocimiento si no est� dispuesto a tomar a su cargo lo que consideramos real. La funci�n epistemol�gica de la cotidianidad se�ala precisamente esto. Lo cotidiano es el horizonte principal de los pobres y los oprimidos precisamente porque para sobrevivir ellos se tienen que
[xxii] Este esquema lo propone Ignacio Ellacur�a, sacerdote jesu�ta asesinado por el ejercito en El Salvador en 1989. Ver, Ellacur�a, 419.
[xxiii] Ibid.
[xxiv] Ibid.
[xxv] Ibid.
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hacer cargo del quehacer diario: son los pobres y oprimidos, en su mayor�a mujeres, los que tienen que hacerse cargo de la realidad y ver c�mo consiguen casa, comida, ropa, medicinas.
La V�a Negativa: Lo Que Lo Cotidiano No Es
Los reclamos que hemos hecho acerca de la cotidianidad son muy importantes y tienen gran peso en las luchas por la liberaci�n, para la creaci�n y el mantenimiento de estructuras en las cuales todos los humanos tengan lo que necesitan para llegar a la plenitud de sus seres.[xxvi] Sin embargo, es imprescindible que dejemos bien claro que no consideramos a lo cotidiano de por s� s�lo como el criterio que se debe usar para evaluar y decidir lo que es justo. Es s�lo si lo cotidiano contribuye a la justicia, a la liberaci�n, a la lucha por una plenitud de vida para la gente de base, que lo consideramos justo, liberador, bueno, correcto, salv�fico. Convertir lo cotidiano de por s� s�lo en criterio, en norma y principio �tico ser�a idealizarlo. S�, hay mucho de bueno en la vida diaria pero tambi�n hay mucho en ella que "encubre la ternura y la comprensi�n, que hace aprarecer una abundancia de relaciones de auto-defensa, de trampas, de mentiras, que convierten a lo cotidiano en un compartimiento que no est� abierto a la vida".[xxvii] Pero el que lo cotidiano est� o no abierto a la vida es algo que s�lo se conoce desde adentro, que se aprehende precisamente en el vivir diario que siempre est� elabor�ndose, un vivir diario que siempre esta cambiando, convierti�ndose en terreno f�rtil o inf�rtil para la lucha por la vida.
El establecer la liberaci�n como criterio quiere decir que la perspectiva de lo cotidiano que propugnamos no adopta una moral relajada, vaga, floja. Ese tipo de moral s�lo es posible para los poderosos, para aquellos atrincherados en una realidad social y pol�tica en la que pueden vivir tranquilamente de acuerdo solamente a lo que ellos piensan, que no tienen necesidad de estar abiertos a c�mo otros que no son del grupo dominante conocen la realidad. Una actitud moral que tiene como criterio el satisfacer los deseos de los poderosos es posible en el mundo de los que pueden depender solamente de sus propios recursos, de los que viven completamente ajenos al resto del mundo. Es precisamente porque consideran al resto de la
[xxvi] No cabe en medio de esta discusi�n detenernos a explicar lo que queremos decir por �plenitud del ser�, �plenitud de vida�. Pero s� es necesario que aclaremos que como Otto Maduro vemos el vivir la vida como un buscar la buena vida y no s�lo el tratar de sobrevivir. �La vida que buscamos y apreciamos es aqu�lla que sentimos como vida abundante: vida que es posible gozar junto con los dem�s sin poner en peligro el que los otros tambi�n la gocen; vida a disfrutar sin destruir la posibilidad de continuar disfrut�ndola hasta la vejez; vida digna de celebrar en comunidad y de recordar luego con a�oranza� la buena vida! Esa vida, la vida que vale la pena vivir y que nos incita a degustarla, no es pura lucha contra la muerte: es b�squeda del placer en com�n, la alegr�a duradera, el deleite profundo, el gozo gratu�to, la dicha contagiosa. La buena vida, la vida que merece ser conservada, nutrida, comunicada, reproducida y festejada, es disfrute compartido del afecto, la compa��a, el trabajo, la comida, el descanso, el arte, el juego, el baile � y la fiesta!� Mapas, 25-26.
[xxvii] Ivone Gebara, Conohece-te a ti mesma (Sao Paulo: Ediciones Paulinas, 1991), 24.
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humanidad como algo ajeno que los poderosos son incapaces de concebir ideas nuevas, de crear maneras diferentes de organizar la sociedad; ellos son incapaces a�n de comprender que si no cambian de manera radical no podr�n por mucho m�s tiempo mantener el status quo que tanto los beneficia.
Tampoco vemos a lo cotidiano como una "categor�a" en el sentido esencial e idealista de esa palabra. Lo cotidiano no es algo que existe a priori en donde engavetamos lo que ocurre a diario. Lo cotidiano no es un molde en el que vertimos lo que hacemos y vivimos. No entendemos lo cotidiano como una experiencia com�n sino como experiencias compartidas, como formas de vivir que nos permiten conocer la realdidad desde una perspectiva de liberaci�n. El no verlo como experiencia com�n nos lleva a tomar muy en serio las diferencias que existen entre los seres humanos. La vida tal vez ser�a m�s f�cil pero tambi�n menos rica si no existieran diferencias. Las diferencias nos presentan un gran reto y el lidiar con ellas considero que ser� la tarea principal de todos en el nuevo siglo que se avecina. Por otro lado, el reconocer que lo cotidiano est� constitu�do en gran parte por experiencias compartidas por los miembros de una comunidad y tambi�n entre los miembros de diferentes comunidades nos ayuda a continuar denunciando y luchando contral el individualismo liberal. Es el individualismo lo que lleva a ignorar que cada derecho que tenemos va acompa�ado de una obligaci�n y que, por consecuencia, no se pueden imponer obligaciones sin facilitar en forma efectiva el cumplimiento de los derechos concomitantes.
La importancia que le vemos y le damos a lo cotidiano no apoya un relativismo absoluto que tiene como elemento principal la irracionalidad. Sin embargo, la centralidad de lo cotidiano en los procesos hist�ricos radicalmente liberadores y la necesidad de enfrentarse a la realidad como elemento central del conocimiento s� ponen de relieve que tenemos que entender mejor la relatividad y de aceptar lo que llamamos relativismo responsable. El relativismo responsable se opone al universalismo objetivo el cual ha subscrito muchas de las formas de opresi�n que hay en
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el mundo. El relativismo responsable, al reconocer la presencia de la subjetividad en todo lo humano, deja claro que lo que se declara objetivo no es sino la subjetividad de aquellos que tienen el poder de imponerlo como norma. En el relativismo responsable vemos el conocimiento y las verdades como explicaciones diferentes de la realidad, explicaciones que no necesariamente se excluyen mutuamente sino que a menudo coinciden en parte, que no necesariamente suplantan explicaciones tradicionales o aquellas elaboradas por otras comunidades, sino que a menudo reconocen las verdades que ellas contienen. En el relativismo responsable queda bien claro que los que propugnamos una cierta versi�n de la realidad tenemos que rendir cuentas espec�ficas y concretas de esa versi�n en la cual insistimos y las consecuencias que ella conlleva.[xxviii] Por �ltimo, en el relativismo responsable, basado en el hecho de que no se niega la viabilidad de otras realidades, se alienta el desarrollo de estrategias que se pueden poner en com�n, que se pueden fundamentar en esta o aquella explicaci�n, que pueden contribuir tanto a la liberaci�n de esta comunidad como a la de aquella pero que no contribuye a la liberaci�n de una comunidad a costa de la opresi�n de otra.
Lo Cotidiano: Elemento Intrinseco De Cambios Estructurales
Nuestra propuesta de que es en el vivir diario y a partir de lo cotidiano que uno conoce la realidad --aprehende y se enfrenta con ella-- nos lleva a concluir que no pueden darse y/o mantenerse cambios estructurales sin tomar en cuenta lo cotidiano en forma precisa y seria. Si los cambios estructurales que se dan no impactan significativamente a lo cotidiano, esos cambios no son realmente liberadores y no se podr�n mantener. Por otro lado, cuando hay cambios estructurales, las consecuencias de los mismos en la vida cotidiana sirven para evaluar su poder liberador. Si los cambios no son o dejan de ser efectivos al nivel de lo cotidiano, entonces habr� que implementar otros. Nuestra propuesta es que lo cotidiano de por s� tiene que ser parte intr�nseca de los cambios estructurales. El tratar de desvalorizar a lo cotidiano diciendo que no nos podemos quedar a ese nivel indica que no se entiende correctamente ni se valora lo cotidiano.
[xxviii] Esto que he llamado �relativismo responsable� es una adaptaci�n de las ideas de la fil�sofa feminista Lorraine Code. Ella no usa esta frase, �relativismo responsible�, y lo que a�ado a continuaci�n no est� basado en sus ideas. Ver su libro Rhetorical Spaces � Essays on Gendered Locations (New York: Routledge, 1995), 185-207.
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Lo cotidiano como lo hemos discutido no es algo que se puede dejar atr�s: no podemos ir m�s all� de lo cotidiano. No podemos pensar en lo cotidiano como lo local, lo micro, y en lo estructural como lo universal, lo macro. Lo que queremos se�alar es precisamente que lo cotidiano impacta tanto a lo local como a lo universal, a lo micro como a lo macro.[xxix]
Sospechamos que la falta de atenci�n que se le ha prestado a lo cotidiano --por consider�rsele no importante o que pertenece al mundo privado-- ha sido causa mayor de la falta de efectividad de los movimientos de cambio en las �ltimas cuatro d�cadas. La falta de atenci�n a lo cotidiano ha llevado a "saltarse" a las personas y a considerar los cambios estructurales en forma abstracta, a partir de ideales o filosof�as que no surgen de la experiencia de la gente de base.[xxx] Esto, a su vez, ha resultado en una imposici�n de cambios estructurales que no han sido liberadores y que, por lo tanto, no se han podido mantener sin una gran medida de autoritarismo y hasta de violencia.
No proponemos aqu� una disyuntiva: o cambios estructurales o cambios a nivel de lo cotidiano. Al contrario, creemos que estas dos clases de cambios est�n inextricablemente unidas, que para que se den o se puedan mantener los cambios estrucurales tiene que haber cambios cotidianos; por otro lado, si no hay cambios estructurales no se podr�n mantener cambios en la cotidianidad ya que �sta existe y se da mayormente a trav�s de las estructuras de la sociedad. Sin embargo, s� insistimos en que, debido a que lo cotidiano incluye los mecanismos subversivos y creadores con que la gente de la base lidia con la realidad, lo cotidiano tiene la capacidad de cambiar radicalmente la sociedad y sus instituciones.
Lo que queda por pensar y elaborar m�s ampliamente es c�mo se influencian mutuamente los cambios estructurales y los cambios en la cotidianidad. Aqu� nos atrevemos a proponer algunas ideas sobre esto conscientes de que la manera como se entrelazan lo estructural y lo cotidiano depende de los cambios a los que uno se refiere y de que tanto lo estructural como lo cotidiano pueden ser punto de partida. Ya que nuestra labor aqu� ha sido la
[xxix] Hace a�os que un grupo de mujeres confrontamos a un conocido te�logo estadounidense comprometido con la lucha por la justicia con la falta de an�lisis de g�nero en sus propuestas. Recuerdo que rapidamente nos dijo que el an�lisis de g�nero pertenec�a a lo micro y que �l estaba hablando sobre lo macro.
[xxx] Puede ser que los ideales o filosof�as que nos impulsan tomen algo en consideraci�n las necesidades que tiene la gente de la base. El argumento aqu� es que no nacen de esas necesidades y que, por lo tanto, no toman a lo cotidiano en consideraci�n como deber�an de hacerlo.
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de resaltar lo cotidiano nos limitamos a indicar el papel que lo cotidiano puede jugar en lo estructural.
Claro est� que el papel principal de lo cotidiano tiene que ver con el hecho de que si no lo tomamos en consideraci�n no podemos conocer la realidad. No podemos concebir y organizar cambios estructurales que no surjan de la realidad con que la gente de base lidia constantemente. Es necesario elaborar un sin fin de m�todos que nos recuerden esto constantemente ya que, desgraciadamente, una vez que fijamos la atenci�n en posibles cambios estructurales parece como si sinti�ramos la necesidad de divorciarnos de la especificidad de lo cotidiano. Esto se debe, en parte, a la forma c�mo la mente humana parece aislar problemas o elementos para mejor entenderlos. Pero, aprendiendo de la gente de base, hay que desarrollar la capacidad de lidiar con la multitud de elementos que re�ne lo cotidiano. Sin duda lo complejo de la cotidianidad dificulta el concebir cambios estructurales a partir de esa realidad pero si no se le toma en consideraci�n las propuestas de cambio ser�n simplistas o parciales y, a nivel de implementaci�n, ser�n ineficientes.
Precisamente el que el conocimiento de la realidad --que no se da aparte de la misma realidad-- sea fragmentario, interesado, conjetural y transitorio lleva a entender los cambios estructurales en forma din�mica, siempre teniendo en cuenta que los cambios tienen que evolucionar de acuerdo con la realidad del pueblo y no anquilosarse ya que la realidad nunca es est�tica. Lo poco met�dico de lo cotidiano puede ayudar a concebir nuevas formas de proceder que no sean necesariamente lineales, nuevas formas de orden que no por dejar de tener estructuras silog�sticas son necesariamente il�gicas y/o ineficientes. El hecho de aceptar que para enfrentarse a la vida diaria hay que hacerse cargo de la cotidianidad, cargar con ella y encargarse de ella no s�lo nos lleva a concebir cambios estrucurales diferentes a los que concebir�amos si parti�ramos de ideas especulativas sino que tambi�n nos lleva a reconceptualizar lo que consideramos cambios estructurales, a verlos como la organizaci�n e
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implementaci�n de las esperanzas y sue�os del pueblo en vez de concebirlos como reestructuraci�n de las estructuras que existen. Si el punto de partida cambia, entonces lo que entendemos por cambios sociales cambiar� radicalmente.
Lo cotidiano juega un papel muy importante en el proceso de concientizaci�n sin el cual los cambios estructurales necesariamente se tienen que imponer y no se pueden mantener sin una dosis fuerte de represi�n. Lo primero que hay que entender del proceso de concientizaci�n es que, como todo proceso, no es algo que se termina. El estar conscientizado no es algo que se da de una vez para siempre sino que es un proceso de por vida ya que tiene que ver con la manera como aprehendemos y nos enfrentamos con la realidad. Tambi�n es importante tener bien claro que no es un proceso intelectual sino que es un proceso pr�xico. No se puede cambiar la conciencia que uno tiene de la realidad fuera de la praxis . Esta praxis no es s�lo acci�n sino acci�n y reflexi�n porque hay una unidad entre pr�ctica y teor�a en la cual las dos se construyen y toman forma en un movimiento constante: de la pr�ctica a la teor�a, de vuelta a la pr�ctica. La conscientizaci�n tiene que ser un intento cr�tico de descubrir la realidad y tiene que estar ligada al compromiso pol�tico. No hay una toma de conciencia si el resultado no es la acci�n conciente de los oprimidos por su liberaci�n.[xxxi]
Un cambio tan fundamental como el que introduce la conscientizaci�n tiene que partir de la realidad vivida, tiene que tener lo que es m�s inmediato, lo cotidiano, como fuente y como primer campo de implementaci�n. Si no se da, si no repercute al nivel personal y de cada d�a, la conscientizaci�n no es verdadera y los cambios estructurales no se dar�n ni perdurar�n.[xxxii] Los cambios estructurales tienen como meta el cambio de la sociedad y eso no puede pasar, no pasar� si no se aprehende y enfrenta uno con la realidad en forma diferente.
Lo cotidiano tambi�n es fundamental en el campo de las motivaciones y en �stas el inter�s propio juega un papel primordial. El inter�s propio ha sido muy maleado ya que se le relaciona casi exclusivamente con el egoismo.[xxxiii] Sin embargo, para entender la funci�n comunitaria del
[xxxi] Paulo Freire, �Education, Liberation and the Church,� Religious Education 79 (Fall, 1984), 527-528.
[xxxii] Vale recordar que vemos lo personal como pol�tico ya que rechazamos la dualidad que separa estas dos esferas.
[xxxiii] Es sin dudas el mandamiento evang�lico de �amar al pr�jimo como a ti misma� lo que es esencial en mi propuesta positiva sobre el inter�s propio.
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inter�s propio hay que empezar por reconocerlo como el motor del instinto de conservaci�n que es primordial en los seres humanos. La funci�n comunitaria del inter�s propio hace resaltar la necesidad de la auto-estima en el car�cter de la persona. Si no se considera bueno lo que uno es y lo que quiere, si no hay un "yo" saludable, entonces lo que se hace, c�mo uno se relaciona, no puede ser bueno. Pero si hay un "yo" con una dosis adecuada de auto-estima y que reconoce su aspecto social, entonces el inter�s propio de esa persona no es nocivo porque no se busca a costa de los dem�s.
Por otra parte hay que distinguir entre lo personal y lo individualista. Lo individualista s� es una concepci�n egoista en la cual se toma en consideraci�n s�lo a uno mismo; lo principal es siempre el engrandecimiento del "yo" cueste lo que cueste. Lo personal, sin embargo, aunque tambi�n tiene al "yo" en la mirilla entiende a la persona como un "yo" social, como un "yo" que es y funciona en todo momento en relaci�n con otros a quienes respeta y no simplemente usa. El inter�s propio del individuo s� es egoista, pero el inter�s propio de la persona lleva a involucrarse en la comunidad, sabiendo que no hay liberaci�n personal para nadie si no hay liberaci�n para todos.
Es precisamente a partir de lo cotidiano que se desarrolla lo que a uno le interesa y donde uno empieza a correr tras el inter�s propio. Si no se satisface el inter�s propio la motivaci�n para participar en las luchas liberadoras no ser� fuerte. Aunque el sacrificio y la abnegaci�n tienen su lugar en la concepci�n de lo social, al final de cuentas es mucho m�s importante el papel del inter�s propio, de la satisfacci�n personal, siempre y cuando haya sido forjado por una persona y no un individuo, por una persona con una auto-estima saludable y por una persona conciente de ser en todo momento un ser social.[xxxiv]
Importancia Teol�gica De Lo Cotidiano
Las teolog�as de la liberaci�n han sido elaboradas como parte de la lucha por la justicia en favor de los pobres y oprimidos. Pero no hay muchos de estas elaboraciones teol�gicas que de
[xxxiv] Quiero resaltar el hecho de que el sacrificio y la abnegaci�n han sido proclamadas virtudes por aquellos que no las practican. Son casi siempre a las mujeres a quienes se les alaba por tener estas virtudes. Sin embargo en la vida de las mujeres el sacrificio y la abnegaci�n son casi siempre el resultado de opresiones tremendas, de situaciones que no pueden controlar.
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verdad consideren las experiencias de los pobres y los oprimidos como fuente teol�gica. La insistencia en la importancia de lo cotidiano lleva a reconocer la riqueza e importancia de la vida diaria de la gente de la base. La experiencia de lucha por la liberaci�n en la cual las creencias y pr�cticas religiosas juegan un papel importante se dan, precisamente, en la realidad cotidiana. El reconocer y prestarle atenci�n a lo cotidiano hace posible que el quehacer teol�gico se elabore a partir de la realidad de la gente de la base. El aprecio por la realidad cotidiana de la gente de la base es parte integral de la solidaridad que tienen que tener los te�logos de la liberaci�n con los pobres y oprimidos.
Si las teolog�as de la liberaci�n de verdad privilegian la hermene�tica de los pobres y los oprimidos, es a partir de lo cotidiano que se conocer� el lente que usa la gente de la base para conocer la realidad. Lo cotidiano tiene que ver con la manera de actuar, el discurso, las normas, los papeles que desempe�a, y como se entienden y val�an a s� mismos la gente de la base. No se puede, por lo tanto, hacer teolog�a de liberaci�n sin respetar y abrazar su cotidianidad. Y los presupuestos teol�gicos que se desarrollan deben de seriamente tomar en consideraci�n lo cotidiano en vez de adaptarlos para que sirvan de ejemplo para las propuestas teol�gicas tradicionales. En otras palabras, las teolog�as de la liberac�n no se pueden elaborar a partir de los sistemas dogm�ticos tradicionales sino que tienen que ser explicaciones del sentir religioso --las creencias y las pr�cticas-- de la gente de la base.[xxxv]
La centralidad de lo cotidiano para las teolog�as de la liberaci�n lleva a que se reconozcan a las mujeres y hombres de la base no como pasivos creyentes sino como creyentes activos cuyas vivencias de fe van formando sus creencias. La gente de la base tambi�n son en el campo de la religi�n agentes de su propia historia. Esto quiere decir que es hora de que las teolog�as de liberaci�n acepten a los pobres y oprimidos como intelectuales org�nicos capaces de expliar sus creencias y pr�cticas religiosas en vez de seguir basando sus an�lisis, cr�ticas y propuestas constructivas en ideas de las teolog�as tradicionales.
[xxxv] Por ejemplo, not� que las mujeres de la base en la iglesia a la que pertenezco no se dirig�an a Dios usando el t�tulo que m�s usa la iglesia: �Dios todopoderoso y eterno.� En vez ellas usan formas muchos m�s personales: �Dios m�o� o �Diosito�, y algunas hasta tienen apodos para Dios. Despu�s de escuchar sus oraciones por a�os y hablar con ellas sobre qui�n es Dios para ellas, me d� cuenta de que el hecho que no se dirigieran a Dios como todopoderoso tiene importancia teol�gica. Me lo explicaron as�: �Si hiciera �nfasis en que Dios es todopoderoso, entonces, �por qu� no me ayuda a salir de mis problemas? Tendr�a que pensar que o ya no tiene poder o yo no le importo. Es por eso que lo importante para m� es que Dios camina conmigo, est� conmigo, y no que es todopoderoso.�
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Lo que las teolog�as de la liberaci�n van a contribuir en un futuro dependera en gran medida de que tomen en serio la vida diaria de la gente de la base: c�mo viven y c�mo explican sus creencias religiosas y el papel que �stas tienen para ellas y ellos en su cotidianidad. La labor de las teolog�as de la liberaci�n tiene que ser la de recoger el sentido religioso --creencias y pr�cticas-- de la gente de base que se refleja a todo nivel de la vida cotidiana. Es a partir de esas creencias y pr�cticas de la gente que se dan en lo cotidiano que las teolog�as de la liberaci�n pueden elaborar un sentir y pensar teol�gico que influya las estructuras de las iglesias y las sociedades.
Para Terminar
La importancia de darle cabida a lo cotidiano en todas nuestras elaboraciones y estrategias liberadoras, incluyendo las teol�gicas, surge de no menos de tres realidades. Primero, no es posible la liberaci�n hasta que no se nos escuche a las mujeres, hasta que se nos d� la importancia que tenemos y se valore el trabajo que realizamos el cual se concentra mayormente en el mundo de la cotidianidad. No conozco ninguna sociedad en la que se valore a la mujer adecuadamente, en la que se nos considere tan capaces como los hombres, en la que se reconozca que contribu�mos con mucho m�s de la mitad a la sobreviviencia de la raza humana. El insistir en la cotidianidad es, sin duda, un grito desde la opresi�n de las mujeres y por nuestra liberaci�n.
En segundo lugar, existe una necesidad imperiosa de cambios radicales en nuestro mundo, en todas partes de nuestro mundo . Y al analizar en qu� se ha fallado en los �litmos cuarenta a�os al intentar implementar cambios estructurales surge como explicaci�n la falta de atenci�n y de importancia que se le ha dado a lo cotidiano. No es un an�lisis desencarnado lo que lleva a esta conclusi�n sino un an�lisis a partir de las experiencias de mujeres de base las cuales son mayor�a en diferentes sociedades alrededor del mundo.
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Tercero, es hora de que las teolog�as de la liberaci�n reconozcan a las mujeres y hombres de la base como agentes de su propia historia. Esto quiere decir que es hora de que las teolog�as de liberaci�n reconozca las experiencias de la gente de base como una fuente importante de la praxis teol�gica y que los acepten como intelectuales org�nicos capaces de expliar sus creencias y pr�cticas religiosas. Las teolog�as de la liberaci�n siguen basando sus an�lisis, cr�ticas y propuestas constructivas en ideolog�as especulativas y no en las experiencias de la gente de la base. Las teolog�as de la liberaci�n contin�an conceptualizando a las personas de acuerdo a sectores sociales los cuales, a�n cuando toman en consideraci�n perspctivas de g�nero, etn�a, o raza, son mayormente conceptualizados de acuerdo a los esquemas y patrones que se han usado en el an�lisis de los sectores econ�micos y de clase.
Lo que las teolog�as de la liberaci�n van a contribuir en un futuro depender� en gran medida de que tomen en serio la vida diaria de la gente de la base: c�mo viven y c�mo explican sus creencias religiosas y el papel que �stas tienen para ellas y ellos en su cotidianidad. La labor de las teolog�as de la liberaci�n tiene que ser la de recoger el sentido religioso --creencias y pr�cticas-- de la gente de base que se refleja a todo nivel de la vida cotidiana. Es a partir de esas creencias y pr�cticas de la gente que se dan en lo cotidiano que las teolog�as de la liberaci�n pueden elaborar un sentir y pensar teol�gico que influya las estructuras de las iglesias y las sociedades.
Lo cotidiano abriga nuestras luchas y nuestras fiestas, nuestro nacer, vivir y morir; lo cotidiano abarca nuestro amar y, desgraciadamente, tambi�n abarca el odiar. Lo cotidiano se nutre del sentir religioso, de lo pol�tico, de las utop�as, y de esos destellos de plenitud que nos traen los logros. Forjamos lo cotidiano al caminar, al bailar, al trabajar, al hacer el amor. Entonces, no lo olvidemos en nuestro quehacer teol�gico y en nuestras luchas por lograr cambios que hagan posible plenitud de vida para todos.
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HACIA UNA CRISTOLOG�A MUJERISTA
�Qui�n es Cristo? �Qui�n es Cristo para m�? Hist�ricamente los encargados de las iglesias y de la teolog�a han relacionado a Cristo s�lo con el Jes�s hist�rico. Pero, como bien sabemos, es imposible recuperar al Jes�s hist�rico no solo porque no tenemos el conocimiento que necesitamos para hacerlo sino tambi�n porque todo pensar sobre Jes�s est� empa�ado por las intenciones y creencias de aquellos encargados de ellas. Las im�genes que tenemos de Cristo, por lo tanto, obedecen a las prioridades de los te�logos y encargados de las iglesias los cuales han sido casi exclusivamente hombres blancos del mundo occidental. Y aunque sin dudas el Cristo contempor�neo se relaciona con el Jes�s que camin� por Palestina hace unos dos mil a�os, tambi�n tenemos que relacionar al Cristo contempor�neo con aquellos que hoy viven el mensaje evang�lico de la justicia y la paz.
�Qui�n es Cristo para m�? Ivone Gebara me contaba que una de sus vecinas un d�a la par� para decirle, "hoy Dios me visit�". Ivone, sorprendida, entabl� conversaci�n con ella y la mujer le cont� que una vecina le hab�a dado el dinero que hab�a ganado ese d�a para poderle comprar una medicina que su hijo necesitaba. Esa vecina que le dio el dinero se convirti� en Dios, en Cristo, para ella y se convirti� en Cristo para m� aunque no la conozca. Esa vecina generosa no es s�mbolo de Cristo o representa a Cristo; ella es Cristo.
Hace poco en Nueva York, donde vivo, una mam�, con la
ayuda de la abuela, envenen� a su hijita y simplemente pusieron el
cad�ver en el lat�n de la basura. Lo hicieron, dijeron, porque la
ni�ita estaba posesionada por esp�ritus malignos. Mientras que las
autoridades de la ciudad buscaban el cad�ver de la ni�ita en el
basurero de la gran metr�polis, yo pasaba por una profunda crisis de
fe. �D�nde est� Cristo? �Por qu� no protegi� Cristo a esa ni�ita?
�Por qu� no impidi� que la mataran? Y entonces me di cuenta de que
esa ni�ita era
Cristo � Cristo maltratado,
Cristo clavado en la cruz; Cristo asesinado.
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Las formulaciones tradicionales de la cristolog�a presentan a un Cristo omnipotente, un Cristo todopoderoso; �Cristo Rey! Y a nosotros lo que nos toca, seg�n las autoridades eclesiales es creer en ese Cristo. La creencia, la fe, se ve como algo pasivo porque el que lo hace todo es un Cristo ajeno a nosotras. Nos dicen que Cristo nos ama, nos perdona, pero la imagen de Cristo que nos presentan es la de un Cristo lejano, al que no podemos tocar, a quien no le ata�e nada de lo que nosotras hacemos. Creer en este Cristo es quitarle valor e importancia a los que nosotras hacemos; creer en este Cristo es resignarnos a estar desconectadas las unas de las otras porque es un Cristo que nos salva una a una. Creer en este Cristo nos conduce a no hacernos responsables por la tierra y todos nuestras hermanas y nuestros hermanos porque �l es el �nico responsable..
La cristolog�a tradicional nos ha hecho mucho da�o porque presenta a un Cristo est�tico, un Cristo en su persona encontramos todo perfeccionado y, por lo tanto, nos lleva a creer que nada nuevo puede suceder. Esta cristolog�a est� formada por lo que se ha pensado y cre�do en el pasado, por culturas que no son las nuestras, culturas en las que lo �nico que se valora es lo que dicen los hombres. Por lo tanto en la cristolog�a tradicional no figura para nada las preguntas que nacen de la realidad que vivimos las mujeres a finales del siglo veinte, mujeres que sufrimos injusticia y que nos solidarizamos con todos las oprimidas del mundo. Esta cristolog�a tradicional refuerza la creencia de que no somos muy importantes; �c�mo le vamos a importar a Dios si ya Cristo lo ha cumplido todo a la perfecci�n?
La cristolog�a tradicional invade de tal manera nuestra manera de pensar sobre Jes�s y sobre Dios que creo es imposible cambiarla sin antes pasar por un per�odo en el que no hablemos de Cristo, en el que no insistamos en Cristo. Nos tenemos que alejar de los entendimientos y s�mbolos de Cristo que existen porque son perjudiciales para nosotras las
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mujeres y porque, si no lo hacemos, no podremos imaginar y elaborar algo diferente. No quiere esto decir que nos alejemos del mensaje evang�lico; no quiere esto decir que no tomemos en consideraci�n a Jes�s. Pero lo que s� quiere decir es que tenemos que olvidarnos de casi todo lo nos han ense�ado sobre Cristo antes de poder elaborar una cristolog�a que nos ayude a luchar por la justicia. Tenemos que construir una cristolog�a a partir de nuestra realidad; tenemos que ayudar a Dios a traer a Cristo a nuestro mundo.
Insisto en que un moratorio sobre cristolog�a es una exigencia pastoral. Necesitamos un per�odo en el que podamos expresar nuestra ira y frustraci�n ante la cristolog�a tradicional la cual ha sido elaborada y usada para mantener a la mujer en una posici�n inferior al hombre, sujeta al hombre, para mantenernos en un estado de injusticia. Necesitamos un moratorio sobre cristolog�a para poder lavarnos la mente y el coraz�n de todo lo negativo acerca de la mujer en lo cual la cristolog�a tradicional ha insistido y a lo cual ha dado cabida. Sin un moratorio sobre la cristolog�a tradicional no podremos insistir en que todo entendimiento cristol�gico debe de estar basado en la moral cristiana, en la perspectiva cristiana de lo que es bueno y es malo, de lo que es gracia y es pecado. La moral cristiana no se basa en la cristolog�a sino que la cristolog�a, lo que decimos de Cristo, se tiene que basar en una praxis de liberaci�n que nos motiva en nuestro quehacer cotidiano. La vida de las mujeres en nuestro mundo desgraciadamente es peligrosa y violenta y nosotras no nos podemos dar el lujo de postulados cristol�gicos que no est�n intr�nsecamente conectados y contribuyan a la liberaci�n de las mujeres en todas partes del mundo.
Para nosotras la salvaci�n es parte esencial del binomio liberaci�n/ salvaci�n. Por lo tanto los postulados cristol�gicos tienen que centrarse en lo que nosotras necesitamos para poder participar en nuestra liberaci�n/salvaci�n. �De que nos tenemos que liberar? �Qu� quiere decir concretamente que Cristo salva? �C�mo es que salva? �C�mo es que libera? �Qu� papel
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jugamos nosotras en nuestra salvaci�n y en la salvaci�n del mundo? Todo esto es mucho m�s importante que la relaci�n entre las dos naturalezas de Cristo, o la relaci�n entre Cristo y Jesus de Nazaret.
Nos comprometemos con una cristolog�a que no considera a Cristo completo en s� mismo, que no relaciona a Cristo exclusivamente con Jes�s de Nazaret, que se preocupa principalmente por lo que Cristo significa para el pobre y el oprimido en vez de insistir en postulados ontol�gicos acerca de Cristo. Nos comprometemos con una cristolog�a que nos vea a las mujeres como imagen de Cristo, que reconoce el poder de Cristo en nuestro compromiso por la justicia.
Insisto en un moratorio sobre la cristolog�a porque no creo que seamos capaces de elaborar una cristolog�a mujerista sin antes deshacernos de la tradicional. Hemos tratado de elaborar nuevos entendimientos cristol�gicos pero a menudo volvemos a caer en lo mismo de siempre. �C�mo escapar el control de la cristolog�a tradicional para poder proclamar nuestra participaci�n en la divinidad y actuar de acuerdo, no a c�mo lo hizo Jes�s, sino de acuerdo a la humanidad de cada una de nosotras? �C�mo arrastramos nuestros cansados, incompletos, limitados, pero gloriosos cuerpos y los incorporamos como elemento intr�nseco de nuestra cristolog�a? �C�mo damos a luz a una cristolog�a mujerista, a una cristolog�a liberadora, si primero no nos deshacemos de la cristolog�a tradicional que nos oprime?
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LA PALABRA: COMUNICACI�N COMO COMUNI�N
�Dos hombres, que eran Mois�s y El�as, conversaban con �l.
Se ve�an en su estado de gloria y hablaban de su partida,
que deb�a cumplirse en Jerusal�n�
(Lucas 9:30-31).
"Tu palabra me basta", o�mos decir y decimos con frecuencia. �Ah! El misterio de la palabra humana. Es la palabra la que hace posible las explicaciones, y como no hay manera de explicar lo que no se entiende, son las palabras las que hacen posible nuestros pensamientos. Pero m�s a�n, nuestra palabra nos hace presentes, en nuestra palabra va quienes somos, nuestro honor, nuestra dignidad. "Te doy mi palabra", afirmamos, y con eso basta para dar por sentado que lo dicho, �lo cumplir�!
Ah� comienza pero no termina la importancia de la palabra. Seg�n vamos hilando una palabra con otra, seg�n vamos narrando lo que hacemos, lo que vemos, lo que pensamos, lo que deseamos, lo que esperamos, vamos creando una narrativa, una historia, que nos hace presentes, no s�lo a las dem�s, sino tambi�n a nosotras y nosotros mismos. Seg�n vamos creando/contando/construyendo nuestra propia historia vamos tambi�n entendi�ndonos, vamos comprendiendo c�mo hemos ido viviendo, no una sarta de eventos individuales e inconexos, sino una vida a la cual le hemos ido impartiendo significado y sentido a partir de nuestros valores y nuestras creencias. Nos escuchamos hablar, nos escuchamos decir, y nos damos cuenta de que lo que hemos vivido ha ido creando patrones en nuestras vidas, ha ido creando formas de pensar, de enfrentarnos a la vida, de relacionarnos con los dem�s; formas que, en cierta manera, nos identifican, nos definen. Al escuchar el modo en que contamos lo que hacemos y c�mo hemos vivido, empieza a revel�rsenos un hilo conductor, una visi�n de vida, que, a menudo sin que nos
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hayamos dado cuenta, nos ha guiado, se ha ido haciendo presente, y se ha ido desarrollando desde temprano en nuestra juventud.
Vayamos a�n m�s lejos: la palabra no s�lo nos ayuda a entender y a expresar, la palabra no s�lo posibilita ver el significado que le hemos ido impartiendo a nuestras vidas, sino que la palabra tambi�n hace presente aquello que significa. La palabra convoca, concretiza, y hace efectivo el significado de lo que expresa de tal forma que es muy dif�cil, y a veces hasta casi imposible, echarse atr�s una vez se ha dicho. Recordemos lo que pas� con la famosa bendici�n de Isaac a su hijo Jacob. La bendici�n debi� haber ca�do sobre Esa� pero una vez fue impartida a Jacob, Isaac ya no tuvo c�mo retractarse (ver G�nesis 27: 1-40). As� nos ocurre frecuentemente con las ni�as y los ni�os: una vez que les decimos que vamos a hacer algo no nos dejan cambiar de idea, es como si entendieran que lo dicho, por dicho, es ya una realidad, y que del dicho al hecho, no deber�a haber "un gran trecho".
Tenemos en la Eucarist�a el mejor ejemplo de la eficacia de la palabra, el mejor ejemplo de c�mo lo que dice la palabra se hace realidad. Repetir las palabras pronunciadas por Jes�s en la �ltima Cena, tiene el poder de hacer presente a Jes�s en la celebraci�n eucar�stica. Este sentido de la eficacia de la palabra en las celebraciones de las comunidades cristianas es, hoy d�a, una continuaci�n de la creencia del pueblo de Israel que estaba seguro de que la palabra de Dios no regresaba a Dios hasta no haber logrado lo que declaraba, "Como bajan la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven all� sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y haberla hecho germinar, para que d� la simiente para sembrar y el pan para comer, as� ser� la palabra que salga de mi boca. No volver� a m� con las manos vac�as sino despu�s de haber hecho lo que yo quer�a y haber llevado a cabo lo que yo le encargu�" (Isa�as 55: 10-11).
A veces nos parecen exageradas las incontables horas que las amistades, las enamoradas y los enamorados dedican a hablarse, sin importar la edad, lo mismo a los 18, a los 28, a los 38,
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que a los 48, 58 o a
los tantos a�os m�s. Las horas y horas de conversaci�n son no s�lo
una manera de conocer y darse a conocer, o una manera de compartir e
ir creando una vida en com�n; las muchas horas que conversan quienes
se quieren es un modo de darle forma a esa amistad, a ese cari�o, a
ese amor que se tienen. Cuanto m�s conversan, m�s van creando entre
s� una uni�n; cuanto m�s ponen en palabras lo que sienten, m�s crece
el amor y el cari�o, m�s se fortalece la relaci�n, y m�s s�lidas son
las bases de la uni�n que desean y abrazan. Cuanto m�s dicen lo que
sienten, m�s va haci�ndose realidad lo que dicen. Se nos hace
dif�cil creer que alguien nos quiere si no nos lo dice; no podemos
pensar que alguien se interesa por nosotras o nosotros si no nos lo
deja saber a trav�s de palabras. Necesitamos la confirmaci�n de la
palabra aun cuando haya gestos que no son sino "otras palabras" que
se perciben y se manifiestan a trav�s de otros sentidos. Por eso es
tan frecuente entre personas enamoradas el reclamo de las palabras:
"Dime que me quieres, d�melo, necesito o�rlo". Es como si
intuy�ramos que cuanto m�s se exprese concretamente el amor, m�s
profunda ser� la comunicaci�n; y cuanto m�s profunda sea la
comunicaci�n, m�s cerca estaremos de una comuni�n, de la presencia
de un ser en el otro o la otra en tal forma que sin esa relaci�n la
persona enamorada se siente menos, se sabe incompleta.
Para que se d� una comuni�n entre los seres humanos, no s�lo es necesario articular la palabra. Tambi�n se necesita quien la escuche; alguien, que con reverencia y honestidad, vaya recibiendo las palabras. No se puede ser plenamente sin las palabras, pero tampoco se puede ser plenamente sin alguien que reciba esas palabras, y ese alguien tiene que ser alguien espec�fico, con nombre y apellido, alguien con quien hayamos labrado una relaci�n de amistad. �Tantas veces en mi vida he estado muda, sin hablar, en el sentido radical, profundo, m�s hondo de la comunicaci�n aut�ntica, por no tener qui�n me escuchara, qui�n abrazara mi comunicaci�n! �Tantas veces he estado con mujeres de nuestras comunidades a quienes nadie hab�a escuchado nunca, a quienes nunca se les hab�a prestado atenci�n! Cuando les he pedido que me hablaran
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sobre sus vidas, se
han producido momentos llenos de gracia en los que ellas van
conoci�ndose a s� mismas, van descubriendo su valor e importancia,
en muchos casos por primera vez, en el proceso de ir hilando los
eventos de sus vidas de tal forma que van surgiendo historias de
gran riqueza, de gran significado tanto para las que las relatan
como para quienes las escuchamos.
La relevancia de la palabra, de las palabras, surge con mucha fuerza en el relato de la Transfiguraci�n de Jes�s (Mateo 17: 1-9; Marcos 9: 2-10; Lucas 9: 28-36). Si nos concentramos en examinar lo que dicho evento signific� para Jes�s, veremos la gran importancia que el compartir tiene en nuestras propias vidas y en la vida de nuestras comunidades. Si nos fijamos en lo que dice el texto acerca de las palabras notaremos enseguida el alcance, el significado que tuvo ese evento para Jes�s; veremos que para entenderse a s� mismo y su misi�n Jes�s necesit� conversar, necesit� compartir palabras con sus disc�pulos y disc�pulas, y comprenderemos que para Jes�s las palabras, la conversaci�n, la comunicaci�n fue y es una comuni�n.
En los relatos de la Transfiguraci�n hay tres referencias a "palabras". En primer lugar aparecen Mois�s y El�as conversando con Jes�s. Conversan acerca de lo que le va a pasar a Jes�s en Jerusal�n, o, como dicen algunas de las traducciones, de lo que Jes�s va a lograr realizar en Jerusal�n (ver Lucas 8: 31). En este texto vemos que Jes�s necesitaba hablar sobre los riesgos que estaba tomando, sobre las dificultades a las que se tendr�a que enfrentar para poder entender y para poder abrazar lo que le estaba pasando y lo que le iba a pasar. Dada la reacci�n adversa de los l�deres de la comunidad jud�a ante la insistencia de Jes�s en que la justicia es lo m�s importante para llegar a ser y vivir como familia de Dios, queda claro que Jes�s y sus disc�pulos y disc�pulas, estaban conscientes de que las confrontaciones con las autoridades continuar�an y ser�an cada vez m�s serias. Jes�s quiere, necesita, hablar del asunto.
Varios de los evangelios cuentan que poco antes del evento de la Transfiguraci�n, Jes�s trat� dehablar sobre lo que se avecinaba con sus disc�pulos pero estos no los dejaron. Es como si
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tuvieran miedo de que si Jes�s hablaba, pues entonces, de seguro, ocurrir�a. Jes�s les responde en tono muy fuerte cuando no lo dejan hablar, sin duda rega�a a los disc�pulos por no querer enfrentarse a lo que va a pasar, a lo que �l deseba conversar con ellos (ver, Mateo 16: 23 y Marcos 8: 33). Jes�s necesitaba compartir lo que �l ve�a acercarse para as� poder entenderlo, para as� poder ver c�mo eso ser�a era parte de lo que �l entend�a era su misi�n en la vida. La respuesta tan dura de Jes�s a los disc�pulos: "ponte detr�s de m�, Satan�s," refleja la urgencia que ten�a Jes�s de hablar sobre los eventos que se ve�an venir. A Jes�s parece preocuparle que si no comparte con sus disc�pulos lo que empieza a entender que le va a pasar, �c�mo va a tener la fuerza y el valor para enfrentarse a ello? �C�mo lo va a poder abrazar?
Si los disc�pulos no quieren hablar con �l, pues, �aqu� vienen Mois�s y El�as al rescate! Al hablar con Mois�s, el l�der del pueblo durante el �xodo, la primera gran liberaci�n del pueblo, Jes�s empieza a ver su vida como un nuevo �xodo, como una nueva liberaci�n. Al hablar con El�as, quien el pueblo de Israel esperaba volviera antes de que apareciera el Mes�as, Jes�s empieza a entender que lo que le va a pasar. El que lo metan a la c�rcel, lo torturen y lo ejecuten, es consecuente con la misi�n de su vida, con su predicaci�n sobre la justicia y el amor, con la posici�n que durante toda su vida lo enfrent� a las autoridades pol�ticas y religiosas que oprim�an al pueblo. Su encarcelamiento, tortura y ejecuci�n se convertir�n para sus disc�pulos, incluy�ndonos a nosotras y nosotros hoy d�a, en la Pasi�n y Muerte de Cristo, eventos de profundo significado religioso. Este significado es algo que Jes�s empieza a comprender a partir de la conversaci�n que tiene con Mois�s y El�as. Es con palabras y a trav�s de las palabras que Jes�s le va dando un significado de liberaci�n y salvaci�n a su misi�n.
La segunda referencia a palabras en la Transfiguraci�n tiene que ver con una teofan�a, una revelaci�n de Dios en forma espec�fica y concreta. De entre las nubes sale una voz que dice: "�ste es mi Hijo, mi Elegido; esc�chenlo" (Lucas 9:35), o, como dice en las versiones de Mateo y
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Marcos: ��ste es mi Hijo, el Amado�, o, en otras traducciones: "�ste es mi hijo amado al que he escogido". Jes�s ya hab�a escuchado estas palabras al principio de su vida p�blica. Al ser bautizado por Juan estas palabras le confirmaron que su vida ten�a un prop�sito, que su misi�n era predicar y luchar por establecer el reino de Dios, por hacer que sus contempor�neos, y por extensi�n nosotras y nosotros, nos convirti�ramos en la familia de Dios. Al comienzo de su misi�n, de su vida p�blica, el saber que era amado por Dios le permite, le da fuerzas a Jes�s para proceder. Lo mismo sucede ahora en la Transfiguraci�n. Ante el peligro inminente necesita saber que es amado intensamente, necesita sentir el amor. �l lo sabe. No es que Jes�s dude que Dios lo ama, pero Jes�s, plenamente humano, necesita sentirlo, necesita o�rlo, experimentar en la carne, a trav�s de los sentidos, en su cuerpo, el amor de Dios.
A veces pensamos que para la lucha por la justicia y la paz lo que necesitamos es tener un compromiso absoluto, y es as�. Pero tambi�n necesitamos el amor y la ternura para que nuestras luchas por la justicia y la paz sean efectivas. Esto es precisamente lo que vemos en este evento en la vida de Jes�s. Las palabras de Dios que se oyen en el evento de la Transfiguraci�n le aseguran a Jes�s en forma tangible que Dios lo ama, y es ese amor, tanto como su compromiso firme con la justicia y la paz, lo que hace que su misi�n prenda, lo que hace que su misi�n sea efectiva.
Las �ltimas palabras que se dicen en la Transfiguraci�n dejan ver lo necesario que resulta el tener vivencias/experiencias compartidas de modo que cuando esas expresiones se traduzcan en palabras, dichas palabras puedan ser comprendidas. Jes�s pide a los disc�pulos que no hablen de lo que ha pasado. No es por mantener ning�n secreto que Jes�s hace este pedido sino porque sabe que al no haber estado presentes en el evento de la Transfiguraci�n, los otros disc�pulos no podr�n entender lo ocurrido. Es poco a poco, y a partir de otras experiencias similares que tendr�n con Jes�s, en especial despu�s de su resurrecci�n, que los dem�s disc�pulos podr�n entender lo sucedido aquel d�a.
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Sin la base que da la experiencia compartida o experiencias semejantes, nuestras palabras no encuentran eco en los dem�s y regresan a nosotras vac�as. Cuando lo que decimos no encuentra resonancia en nuestras amistades, �qu� dolor nos causa! Nos sentimos tan solas, tan solos, cuando lo que compartimos cae como en un vac�o, nos sentimos tan incomprendidas. Es solamente a trav�s del amor y el cari�o de la amistad que se puede salvar la distancia que crea el no tener las mismas experiencias. Es solamente a trav�s de la solidaridad nacida de un compromiso con la justicia y la paz que podemos salvar la distancia que hay con aquellos que no conocemos personalmente pero con quienes nos sentimos comprometidos en la lucha por ser todos familia de Dios.
El episodio de la Transfiguraci�n de Jes�s nos ense�a que, como miembros de la comunidad de las disc�pulas y los disc�pulos de Jes�s, tenemos que separar un tiempo para conversar, para compartir, para decir, para escuchar y para ser escuchados, y nos ense�a tambi�n que ese departir es una forma de comuni�n. Este compartir es necesario no importa cual sea nuestra posici�n en la comunidad, seamos ministros ordenados o no, seamos asiduos miembros de la iglesia o no, sea nuestra labor con la comunidad como ministerio eclesial o desde una perspectiva secular. Al igual que Jes�s, antes que nada, tenemos que, hablarnos a nosotras, a nosotros mismos. Yo tengo que "hablarme" para entender mejor qui�n soy, qui�n estoy llamada a ser, cu�l es mi misi�n en la vida, qu� estoy llamada a ser. Este es el tipo de conversaci�n con una misma que lleva tiempo y que requiere silencio ya que muchas veces las respuestas a estas preguntas, bien sea porque no las hemos querido escuchar o simplemente porque no les hemos prestado atenci�n, est�n tan profundamente enterradas en nuestro ser que, para empezar a escucharlas, requieren que aprendamos a aquietarnos y a esperar con paciencia a que empiecen a brotar al calor de nuestro recogimiento. Es vital darnos tiempo para que las respuestas hagan mella en nuestras vidas, para que tengan efectos esperanzadores y vivificadores, para que esas
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respuestas (y, �por qu� no? tambi�n nuevas preguntas) nos ayuden a descifrar y a comprender el significado de nuestras vidas.
Adem�s de hablarnos a nosotras mismas, necesitamos encontrar a un Mois�s y a un El�as en nuestra vida. Necesitamos encontrar con quien conversar profundamente para as� llegar a conocernos y a entendernos mejor. Tenemos que encontrar a alguien que vaya recogiendo lo que decimos, como se recogen los pedazos de un espejo que se rompe, y nos ayude a juntar esos pedacitos hasta que podamos ver reflejadas, a�n con nuestras peque�as fisuras y contradicciones, lo mejor de nuestras vidas en las palabras que vamos compartiendo. Necesitamos una amiga, un amigo. Necesitamos vivir, tener la experiencia de la amistad, una de las relaciones m�s bellas y enriquecedoras de la vida. �La amistad, una relaci�n de mutualidad profunda en la que constantemente recibimos y damos! Tener una amiga, un amigo, es tener a alguien que se interese en m�, alguien en quien confiar, alguien que s� que no me abandonar� pase lo que pase, alguien que en m� pueda encontrar tambi�n, ese mismo inter�s, esa misma confianza y esa misma fidelidad constante. Con la ayuda de la amistad aut�ntica y verdadera podremos adentrarnos en nosotras mismas de tal manera que empezaremos a comprender y a abrazar la infinita ternura de Dios. Con la ayuda de la amistad entenderemos que Dios nos es a�n m�s �ntimo que nuestra propia intimidad, que Dios nos abraza, nos arrulla, se deleita en nosotras y nosotros.
La Transfiguraci�n nos ense�a la importancia de las experiencias compartidas. Nos ense�a que sin ellas o sin por lo menos experiencias equivalentes, las palabras que o�mos y decimos no siempre pueden comunicar lo que queremos decir, no nos pueden ayudar a compartir qui�nes somos. De no haber la similitud de vivencias, lo que nos queda es la solidaridad, una mutualidad que establecemos a trav�s del di�logo si entendemos que los seres humanos tenemos intereses comunes, y que el �mense los unos, las unas a los otros, a las otras del
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evangelio se da como parte de uno de los dos mandamientos principales que Jes�s nos dej�: amar�s a tu pr�jimo como a ti misma, como a ti mismo. Y, siguiendo las ense�anzas de Jes�s, nuestro pr�jimo es por excelencia las mujeres y los hombres, las ni�as y los ni�os pobres y oprimidos; aqu�llas y aqu�llos que la sociedad excluye, margina, explota, aqu�llas y aqu�llos que sufren violencia, a quienes nadie escucha, a quienes les hemos robado las palabras.
La Transfiguraci�n de Jes�s nos ense�a lo mucho que necesitamos formar amistades profundas; nos ense�a que como seres humanos sin la comunicaci�n profunda de qui�nes somos y lo que creemos no podemos vivir a plenitud, y sin la comunicaci�n no puede existir la comuni�n entre nosotras y nosotros, y por lo tanto no puede existir la comuni�n con Dios. Cuando meditemos en la Transfiguraci�n de Jes�s, reconozcamos a Dios en las amistades que tenemos. En el cari�o y el amor de las amigas y los amigos reconozcamos el amor de Dios, la ternura de Dios quien nos dice a cada una y uno: "Me deleito en ti".
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Bibliograf�a
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Isasi-D�az, Ada Mar�a. 1996. Mujerista Theology � A Theology for the 21st Century. Maryknoll: Orbis Books.
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